Un estudio publicado en Science identifica una bacteria que evita que el parásito de la malaria complete su ciclo dentro de los mosquitos. Este hallazgo podría proporcionar un arma adicional contra la propagación del paludismo en el mundo.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de personas que contraen la malaria es cada vez mayor. En concreto, se calcula que en 2022 se produjeron 249 millones de casos de paludismo en todo el mundo: 5 millones más que en 2021 y 16 millones por encima del nivel previo a la pandemia de 233 millones registrado en 2019.
Además de las perturbaciones causadas por la covid-19, la respuesta mundial a esta enfermedad se ha enfrentado a un número creciente de amenazas, como la resistencia a los medicamentos y a los insecticidas, las crisis humanitarias, las limitaciones de recursos o los efectos del cambio climático.
Cada año mueren más de medio millón de personas por esta enfermedad, la mayoría niños menores de 5 años. Aunque se han desarrollado algunas vacunas, su eficacia es limitada y todavía se encuentran en las primeras etapas de su implementación en África.
El empleo de microorganismos para controlar las enfermedades transmitidas por mosquitos ha sido empleado con anterioridad. Sin embargo, la mayoría de los métodos para bloquear el desarrollo de los parásitos del género Plasmodium que causan la malaria, transmitidos por diferentes especies de mosquitos, se han basado en bacterias modificadas genéticamente.
Un nuevo estudio, publicado recientemente en la revista Science, presenta a la bacteria Delftia tsuruhatensis, presente de forma natural en el medio ambiente, como inhibidora del parásito de la malaria.
Los autores, entre los que se encuentra un investigador de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), se toparon con el microbio de forma casual, después de notar que una colonia de mosquitos que estaban usando en una investigación de GlaxoSmithKline (GSK) para el desarrollo de nuevos fármacos eran cada vez más difíciles de infectar con Plasmodium.
Posteriormente, comprobaron que todas las muestras contenían una cepa bacteriana llamada Delftia tsuruhatensis TC1, que descubrieron que frena el crecimiento de Plasmodium en el intestino del mosquito, donde el parásito se desarrolla antes de pasar a las glándulas salivales del insecto.
Tras ello, los experimentos con roedores realizados en la Universidad Johns Hopkins (EE UU) revelaron que esta interrupción del crecimiento de Plasmodium conducía a una reducción de la transmisión: solo un tercio de los ratones picados por mosquitos portadores de estas bacterias se infectaron, en comparación con el 100 % de los ratones picados por mosquitos no repoblados con la bacteria.
Además, comprobaron que los mosquitos necesitan apenas comer unas pocas bacterias para ser colonizados y que, una vez dentro del insecto, la bacteria permanece allí, bloqueando continuamente el desarrollo del parásito.
Los estudios de campo realizados en Burkina Faso y los modelos han demostrado que Delftia tsuruhatensis TC1 tiene el potencial de complementar el control de la transmisión de la malaria.
De hecho, según los resultados del reciente estudio, esta bacteria puede reducir la carga de parásitos en los mosquitos hasta en un 73 %, gracias a la producción de una molécula, denominada harmane, que también se encuentra en plantas utilizadas en la medicina tradicional en algunas culturas.
“La identificación de una bacteria que impide el desarrollo de las fases del parásito que ocurren en los mosquitos sin afectar a los mismos proporciona un abordaje novedoso con muy pocas posibilidades de desarrollar resistencias, ya que no supone ningún detrimento para los insectos”, explica Alfonso Mendoza Losana, de la UC3M e iniciador del proyecto en GSK. “Además, es una bacteria no modificada genéticamente, lo cual permite una rápida introducción en el campo”.
Referencia:
Huang, W. et al. "Delftia tsuruhatensis TC1 symbiont suppresses malaria transmission by anopheline mosquitoes". Science 2023
Esta idea ha sido patentada por GSK y Alfonso Mendoza Losana es uno de los dos autores de esta innovación para reducir la transmisión de la malaria. Además, esta investigación ha recibido financiación de GSK España, de la Fundación Bill y Melinda Gate y del Ministerio de Relaciones Exteriores y de la Mancomunidad de Naciones del gobierno británico.