Este fin de semana el riesgo de que el coronavirus se haga pandémico ha aumentado drásticamente con los nuevos casos y muertes fuera de China. La situación de la vecina Italia lleva a replantearse la gravedad y las medidas necesarias ante una posible crisis en España.
El temor a una pandemia por COVID-19 ha aumentado con el incremento de nuevos casos fuera de China. Italia ha sufrido un brote durante el fin de semana que ha requerido el cierre de escuelas y comercios y que se espera que aumente significativamente.
Tampoco está controlado el brote de Corea del Sur, donde probablemente veremos una segunda China. Se han informado de casos en Oriente Medio, incluidas las primeras infecciones en Israel y Líbano, y 40 casos con siete muertes en Irán, lo que sugiere que se trata de la punta de un iceberg.
El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha advertido que la ventana de oportunidad para contener la propagación internacional del virus se está reduciendo a medida que surgen nuevos brotes.
Cada vez parece más claro que el virus será pandémico, es decir, que habrá transmisión sostenida entre humanos en múltiples regiones del mundo. La preparación para la potencial emergencia de salud es la respuesta más adecuada en este momento.
La experiencia muestra que una respuesta rápida y eficiente es posible si las decisiones operativas se toman antes del estallido de una crisis. Y después, pasada la primera ola de contagios, es posible que COVID-19 se convierta en un virus estacional que se transmita en los meses más fríos.
Más del 80 % de las personas que contraen la infección del COVID-19 experimentan síntomas leves. Pero a diferencia de los coronavirus humanos clásicos –que se conocen por las siglas OC43, HKU1 y NL63–, COVID-19 tiene la capacidad de causar una lesión en los alveolos pulmonares que provoca neumonía en el 14 % de pacientes, e insuficiencia respiratoria o fallo de otros órganos en el 5 %.
Al igual que cualquier infección respiratoria, las personas de edad avanzada son las más vulnerables a las formas graves de la enfermedad, y alrededor del 2 % de las personas infectadas con el virus mueren a causa de él.
El principal factor de inquietud ante el nuevo coronavirus es el desconocimiento. A muchos les sorprenderá saber que las infecciones por coronavirus en humanos son corrientes, y que suceden todos los inviernos en forma de resfriados.
Más allá de su manifestación clínica, la preocupación para la salud global en relación con el COVID-19 se encuentra en su potencial de propagación. Los datos referentes a la transmisibilidad del virus indican que, si no se hiciera nada para frenarlo, podría llegar a infectar a entre el 40 y el 60 % de la población mundial.
Los países asiáticos afectados están combatiendo furiosamente esta posibilidad mediante el establecimiento de restricciones de viaje, cuarentenas y aislamientos. Estas medidas refuerzan el trabajo sin precedentes que China está realizando para crear un muro de contención alrededor de la provincia de Hubei.
Los gráficos comienzan a mostrar las primeras señales de que las medidas aplicadas tienen el potencial de disminuir la propagación en este territorio. Además, factores estacionales como la subida de las temperaturas podrían ser más poderosos de lo que pensamos para reducir la transmisión.
No obstante, si no se logran contener todos los focos en China y fuera del país, ¿está el resto del mundo listo para el coronavirus? La respuesta corta es “no”. El número de casos exportados es un goteo que los países ricos están preparados para afrontar, pero muchos países empobrecidos aún no tienen ni la capacidad de detectar el virus.
Una de las medidas extraordinarias tomadas por los gobiernos será la limitación del tráfico aéreo. / Pixabay
La OMS ha preparado un documento de orientación que describe las medidas que se deben tomar en cada país y que se resumen en tres pilares de acción. El primero es la vigilancia epidemiológica, para medir el estado de la epidemia y aplicar las medidas de salud pública apropiadas en cada situación.
El segundo pilar es la planificación sanitaria, con el objetivo de que los centros de atención primaria y hospitales estén listos para una oleada de casos sospechosos, y las UCI preparadas para atender a la parte de la población que sufra un episodio grave.
Los hospitales españoles tienen en funcionamiento la prueba de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), vital para identificar nuevos casos rápidamente y conseguir que los pacientes sean aislados para detener la transmisión. También han preparado instalaciones de aislamiento.
Pero encerrar a las personas infectadas en hospitales y rastrear sus contactos funcionará solamente si el número de casos a controlar sigue siendo bajo. Para ello, el Gobierno deberá declarar que el virus es una amenaza inminente, y tomar medidas extraordinarias como cancelación de reuniones, cierre de escuelas y limitación del tráfico aéreo.
El tercer pilar es la comunicación a la población. La información debe ser, obviamente, transparente y empática para fomentar y mantener la confianza. Sin embargo, por el momento las explicaciones oficiales han sido escasas.
En las últimas dos décadas han surgido diversas epidemias con altas tasas de letalidad como el SARS (2002), la gripe aviar H5N1 (2003-2006) o el MERS (2012) que no han llegado a materializar la amenaza superlativa que se intuía inicialmente porque la transmisión entre personas no era eficaz.
La situación actual es más parecida a la de la gripe porcina H1N1 (2009), un virus con baja letalidad (inferior al 0,1 %), pero alta transmisibilidad. Los esfuerzos para contener este brote, que comenzó en México, fracasaron y los casos se extendieron por todo el mundo, infectando hasta una cuarta parte de la población y acabando con la vida de hasta 300.000 personas (4.000 en España).
El virus de la gripe porcina H1N1-pdm09 sigue circulando hoy en día, y es uno de los causantes de la gripe estacional en nuestro país. Es probable que el COVID-19 evolucione de manera muy similar al H1N1, provocando una pandemia con una primera oleada de casos y pasando después a ser una cepa estacional que cause resfriados en invierno.
Pero si el virus al que ahora nos enfrentamos acaba siendo más agresivo, la potencial crisis será también más difícil de gestionar. Hay que esperar lo mejor, pero también estar preparados para el peor escenario.
Oriol Mitjà es profesor de Enfermedades Infecciosas y Salud Global en el Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona. En 2010 desarrolló desde el centro médico de Lihir, en Papúa Nueva Guinea, un tratamiento efectivo contra el pian basado en la azitromicina.
Laia Bertrán es investigadora de los Determinantes Sociales de la Salud Global en el Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona.