Trump, feminismo y ansiedad anticipatoria

Donald Trump ha entrado como un elefante en una cacharrería en muchos ámbitos, incluyendo los derechos de las mujeres y del colectivo LGTBIQ+. Lejos de sorprender, confirma los peores temores y plantea nuevos desafíos para la defensa de la igualdad.

Protestas contra Trump
Una persona sostiene una bandera estadounidense y una ucraniana frente a la sede de Fox News en Nueva York, este 4 de marzo de 2025, durante una protesta organizada por el grupo activista Rise and Resist. EFE/EPA/SARAH YENESEL

La asunción de la Presidencia de Estados Unidos por Donald Trump no ha dejado indiferente al resto de la humanidad. Quizá muchos de nosotros –muchas de nosotras– sintamos algo de ansiedad anticipatoria.

Resulta perturbador tomar conciencia de nuestra incapacidad para comprender y para controlar lo que puede llegar a suceder. No comprendemos y no hemos hallado forma de controlar, por el momento, sus posiciones neoimperialistas, su política arancelaria, su enfoque en materia de control de fronteras y de derechos de las personas extranjeras que viven en territorio estadounidense.

Más allá de la incomprensión y la preocupación nos han llevado, en Europa, su visión respecto de la guerra en la franja de Gaza y en Ucrania, problemas ambos de nuestros “patios de atrás” comunes. En todas estas cuestiones su actuación –en todos los sentidos que podamos dar a la palabra–, ha sido tan aparatosa, sobredimensionada e imprevisible que aún nos estamos preguntando cómo reaccionar.

Mucho menos exhibicionistas, pero más previsibles, han sido sus primeros pasos en materia de los derechos de las mujeres y de las personas que forman parte del colectivo LGTBIQ+

Sin embargo, mucho menos exhibicionistas, pero más previsibles, han sido sus primeros pasos en materia de derechos fundamentales y, muy en particular, en lo que se refiere a los derechos de las mujeres y de las personas que forman parte del colectivo LGTBIQ+.

Parémonos hoy en la primera cuestión sabiendo que ambas están profundamente interrelacionadas y tratemos de obviar la ansiedad porque, seamos realistas, en este ámbito sabíamos lo que iba a pasar y tenemos capacidad para comprenderlo. Resta definir el camino para controlarlo. O para intentarlo al menos.

Su candidatura: un golpe al feminismo

Uno de los golpes simbólicos más duros para el feminismo contemporáneo no han sido las medidas que está tomando Donald Trump en estas primeras semanas de mandato. El golpe fue previo y tuvo que ver con su mera candidatura y su no exclusión de proceso electoral.

El 20 de enero de 2017 el republicano accedió a la 45ª presidencia de EEUU. El 15 de octubre del mismo año se lanzó la iniciativa #MeToo, en el marco de la cual Natasha Stoyoff y E. Jean Carroll denunciaron a Trump por violencia sexual de distinto tipo. Fue condenado y a esa condena siguió la relacionada con el pago a Stormy Daniels por su silencio en un caso similar.

Presidente convicto por violencia sexual, sí. Pero presidente. Y el #MeeToo, a pesar de haber estado en condiciones para hacerlo, no logró terminar con la carrera política de Trump

Presidente convicto, sí. Pero presidente. Y el #MeeToo, a pesar de haber estado en condiciones para hacerlo, no logró terminar con la carrera política de Donald Trump.

Reaccionario y antifeminista

El mensaje subyacente es claro, poderoso y tiene efectos expansivos potenciales preocupantes: “esto no importa todo lo que os creéis que importa”. Su desprecio al movimiento feminista y la advertencia en campaña, confirmada el mismo día de su toma de posesión, de protegernos a las mujeres incluso aunque no quisiéramos, sobreentendiendo que nos iba a proteger del insidioso feminismo, van de nuevo en la línea de lo fuertemente simbólico de un movimiento reaccionario y antifeminista.

En la dimensión práctica podemos formular dos análisis paralelos y, en un momento concreto, convergentes.

La agenda trumpista sobre el control del cuerpo de las mujeres y de sus decisiones sobre salud sexual y reproductiva, es inequívocamente regresiva

La agenda trumpista sobre el control del cuerpo de las mujeres y de sus decisiones sobre salud sexual y reproductiva, es inequívocamente regresiva y ello se proyecta tanto en el ámbito nacional como en el ámbito internacional (recordemos la Declaración de Consenso de Ginebra de 2020). Y no cabe descartar un efecto global directo y un peligroso efecto mimético en países con sistemas de acceso al aborto poco consolidados.

Durante su primera presidencia, Trump nombró tres de los nueve magistrados del Tribunal Supremo y el 30 % de los jueces en las cortes de apelación federales, siendo vitalicios los mandatos de todos ellos. La mayoría de los magistrados que nombró fueron hombres blancos relativamente jóvenes, aunque también propuso a Amy Coney Barret, jueza antiabortista de 48 años, como magistrada del Tribunal Supremo.

Penalización del aborto 

El 24 de junio de 2022, con Coney Barret ya en activo se resolvió el caso Dobbs vs. Jackson Women’s Health Organization (JWHO), anulándose la previa sentencia Roe vs. Wade del año 1973 que había reconocido el derecho constitucional al aborto en USA. Ello dio vía libre para que distintos estados penalizaran de nuevo el aborto, opción sucesivamente validada por el Tribunal Supremo. Cinco días después de la toma de posesión de su segunda presidencia Trump firmó la orden ejecutiva “Enforcing the Hyde Amendement”, derogando dos órdenes previamente dictadas en el mandato de Biden con el objetivo de ampliar el acceso a la salud reproductiva tras la sentencia Dobbs vs. Jackson.

En síntesis, Trump suprime la financiación pública para el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo limitando el acceso a la personas inscritas en el programa federal Medicaid, es decir a las mujeres con escasos recursos, de raza no caucásica o en situación de exclusión social. En esta misma línea de control sobre la salud sexual, existen fundados temores de que la Food and Drug Administration (FDA), introduzca restricciones a la dispensación de anticonceptivos ordinarios o anticonceptivos de urgencia (concretamente la mifepristona), o de que se recupere la “Global Gag Rule”, que prohíbe a las ONG’s no estadounidenses recibir fondos públicos norteamericanos si proveen información o servicios relacionados con el aborto legal.

Freno a la reducción de la brecha salarial

También durante la primera administración Trump se frenaron los programas de reducción de la brecha salarial, y se procuró debilitar la política anti-acoso sexual en las escuelas e instituciones. No se ha regresado aún a estos planteamientos, pero no hay razones para dudar que, como en el caso de la salud sexual y reproductiva, se profundizará en los próximos meses en esta línea.

Pero no podemos olvidar el impacto desigual por razón de sexo de la reducción de los programas de salud, educativos, de ayudas públicas y de la reducción de las estructuras administrativas. Todas esas medidas “generales”, tienen un impacto directo en la vida de las mujeres que son, estadísticamente, la franja de población que depende más de los programas públicos de apoyo para el adecuado ejercicio de los derechos a la educación, la salud y la progresión laboral. La reducción del Estado del bienestar, incluso del exiguo estado del bienestar de USA, perjudica en mayor medida a las mujeres.

Sabíamos que esto pasaría. Y estamos preparadas para interpretar los signos y para mantener la esperanza de que habrá pasos hacia atrás, pero retroceder: nunca

Si la lectura de los párrafos anteriores te ha colocado en ese estado de ansiedad anticipatoria del que hablaba al principio, mírala a tu lado, y déjala adelantarte. Hoy tenemos una comunidad de mujeres conectadas. Tenemos la certeza de lo que podemos hacer y de lo que ya hemos hecho. Sabemos que la reacción trumpista viene de la acción previa. Y sabemos que podemos resistir porque sabíamos que íbamos a tener que colocarnos en situación de resistir. Sabíamos que esto pasaría. Y estamos preparadas para interpretar los signos y y para mantener la esperanza de que habrá pasos hacia atrás, pero retroceder: nunca

Itziar Gómez Fernández es profesora titular de derecho Constitucional de la Universidad Carlos III de Madrid y miembro de la junta directiva de AMIT.

Fuente:
SINC
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