Los estereotipos más extendidos asocian a la comunidad gitana con la delincuencia, con falta de interés por integrarse, y con una vida sustentada por las ayudas sociales. Para desmontar falsos clichés, popularizados incluso por programas de televisión, varios licenciados en ciencias e ingenieros de etnia gitana han hablado con SINC de su carrera profesional.
Al buscar en Google científicos gitanos en la historia, las primeras entradas remiten a la comunidad romaní de clase alta perteneciente a la nobleza rusa de finales de los siglos XIX y XX. Sin embargo, no hace falta irse tan lejos –en el espacio ni en el tiempo– para encontrar a gitanos y gitanas de no tan alta alcurnia con carreras superiores en España en ciencias o ingenierías.
Es el caso, por ejemplo, de Francisco Reyes Ortega, ingeniero técnico aeronáutico por la Universidad Politécnica de Madrid, que ha terminado una de las carreras más duras del panorama universitario español y que, además, no es la excepción en su familia. Reyes es el segundo de seis hermanos universitarios.
Su hermana mayor es doctora en Química, la siguiente está en el último año de la carrera conjunta de Derecho y Administración y Dirección de Empresas; el mediano estudia Farmacia, la más pequeña de las chicas cursa primero de Odontología y el benjamín, 2º de la ESO.
La familia, de padres a payos
“Mis padres siempre han inculcado a todos sus hijos la necesidad de estudiar y, hasta ahora, se lo han podido permitir. Hoy las cosas son mucho más complicadas por los recortes, la subida de las matrículas universitarias y la crisis económica, pero tenemos la suerte de que mi hermana y yo estamos trabajando y podemos ayudar al resto de nuestros hermanos para que terminen sus estudios”, explica el ingeniero.
Reyes cuenta que su familia vivió una “muy buena época para los gitanos” en la que la venta ambulante les daba suficiente para vivir e incluso, para ahorrar dinero e invertir. Pero ahora, “la crisis ha afectado al comercio y los gitanos ven cómo vendiendo en el mercadillo no pueden conseguir lo mismo que sus padres”, argumenta.
La familia se ha convertido en un apoyo fundamental para muchos jóvenes que sin este sustento malvivirían. La estructura familiar gitana, con una realidad compleja y difícilmente entendible para aquellos que no comparten sus raíces, en algunos aspectos no dista tanto de otros modelos de familia.
“Tengo que agradecer a mis padres que siempre me ayudaran y me obligaran a estudiar. Si no fuera por ellos, no tendría los estudios que tengo”, dice Reyes, que trabaja como jefe de un proyecto aeronáutico internacional en una empresa cuyo principal cliente es Airbus.
Antonio Heredia, ingeniero de telecomunicaciones y gitano, cree que la mentalidad de algunos padres está cambiando. “Aunque aún hay personas que no le ven la utilidad a los estudios, se escuchan cada vez más opiniones dentro de los gitanos contrarias a esto”, asegura.
Uno de los prejuicios que aún quedan por derribar, según su parecer, es la relación entre los estudios y el mundo ‘payo’. “Yo me siento orgulloso de poder decir que soy gitano universitario y que no soy el único. Espero que en un futuro no sea raro tener un compañero de clase gitano en la universidad”, subraya Heredia.
Gitanos que investigan
Los últimos datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, de 2008, indican que 76 personas de cada 100 dentro del colectivo gitano han llegado como máximo a la educación primaria, frente a las 36 del conjunto de la población española. Y, aunque no hay datos precisos al respecto, se estima que menos de un 1% de los gitanos tiene o está cursando estudios universitarios.
El propio Reyes asegura “no haber tenido la suerte de conocer a ningún gitano con estudios universitarios en Madrid” en los ocho años que lleva viviendo en la capital. Sin embargo, en su Córdoba natal, la situación es distinta. “Allí la etnia gitana es una parte más de la sociedad. En mi pueblo, Lucena, no he sido el único que ha estudiado una carrera, incluso es muy común ver gitanos emprendedores que han montado un negocio”, enfatiza.
Beatriz Montáñez Gómez es gitana y está en el último año de Medicina, por lo que se prepara ya para hacer el examen del MIR en enero de 2014. “Creo que el número de gitanos que terminan el graduado escolar ha aumentado, sobre todo entre las mujeres, que ahora son más conscientes de la necesidad de estudiar. Se ha avanzado, aunque no todo lo que debería”.
Montáñez tiene tres hermanas. Una es diplomada en Empresariales y trabaja para Inditex; otra es licenciada en Pedagogía y va a empezar su doctorado; y la tercera es licenciada en Psicología y diplomada en Trabajo Social, y planea leer su tesis en noviembre. “Ahora trabaja en una investigación sobre el sueño en la Universidad de Granada”, apunta la futura médica.
La investigación también es el campo al que quiere dedicarse Benito Peña Vargas, licenciado en Antropología Social y Cultural, y estudiante de Filosofía, que ya ha iniciado un estudio sobre la comunidad gitana en Utrera.
“Mi trabajo se centra en este municipio, pero también he tenido en cuenta otras poblaciones afines, como Jerez y Lebrija. El estudio parte de la buena situación de los gitanos en estas poblaciones y de la convivencia entre estos y la población mayoritaria no gitana, que se remonta a varios siglos atrás en el caso de Utrera. Investigar sus raíces y dilucidar sobre las condiciones que la han hecho posible es importante en un mundo donde muchos gitanos se encuentran en situación de exclusión social y son víctimas de discriminación y el racismo”, afirma.
Prejuicios generalizados
Esta problemática no se les escapa a ninguno de ellos al hablar de sus experiencias, ya que la visión negativa de su etnia se da en demasiadas ocasiones. “Se sigue empleando la palabra ‘gitano’ de forma despectiva”, resalta Montáñez.
“Suele suceder, además, que los gitanos que se encuentran en una mejor situación pasan desapercibidos, y a menudo ni siquiera los que le rodean saben que lo son. Solamente quedan expuestos a ojos de la sociedad aquellos que por un motivo u otro se encuentran en mayores dificultades de integración”, añade el antropólogo.
A este respecto, Antonio Heredia alude al programa de Cuatro Palabra de gitano. “Cuando la televisión busca audiencia creando morbo a costa de la ignorancia de la gente, las cosas no se están haciendo bien. Hay diferentes costumbres entre gitanos de distintos lugares, igual que entre los payos. De cualquier colectivo, etnia o similar, se podría grabar un reportaje en el que estos quedaran mal retratados o con una visión distorsionada de la realidad”, destaca.
Cuenta que, yendo un día en el metro de Madrid, unos niños ruidosos no le dejaban leer. Iba a regañarles cuando otra persona del vagón se le adelantó aludiendo a su etnia gitana para descalificarlos. “Antes de hacer un comentario desafortunado, piense en que el pasajero de su lado puede ser un gitano que se queje de lo mismo”.
Heredia colecciona anécdotas de esta índole. Sus amigos del barrio durante su infancia observaban a gitanos de la feria en sus caravanas y hablaban de ellos como si fueran una atracción más. “Lo peor no era eso, sino que se disculparan diciendo que yo no era un gitano de los de verdad, que era diferente”.
Actualmente Heredia trabaja en el departamento de medioambiente de una empresa, inspeccionando estaciones de radiocomunicación. Aunque cree que, tal y como están las cosas, “es difícil lanzarse a nuevos negocios, y más teniendo una hipoteca que pagar”, desde el año pasado se reúne cada semana con amigos para diseñar sus propios proyectos. “Guardaré tu contacto –dice, entre risas, al despedirse– por si a finales de año tenemos que dar difusión a un producto nuevo”.
Los estereotipos de la comunidad gitana tienen que ver con una larga tradición de persecución y discriminación contra ellos en España, y con que se confunde la ‘cultura de la pobreza’ con la propia cultura gitana.
Cada año la Fundación Secretariado Gitano (FSG) recoge una media de 140 casos de discriminación, que son publicados en su informe anual. “Esto representa solo una pequeña parte de los casos reales, dado que en la gran mayoría de las víctimas no denuncian”, asegura a SINC Javier Sáez, coordinador territorial del Departamento de Inclusión Social de la FSG.
Uno de los casos más reiterados es el tratamiento de la información de los medios de comunicación. “Cuando un delito es cometido por una persona gitana, la prensa menciona su origen étnico –que no es relevante para la noticia–, pero no hace lo mismo cuando quien comete el delito no es gitano. Este mecanismo refuerza el estereotipo de gitano delincuente”, se queja Sáez.
Para acabar con este tipo de discriminación se ha creado la Campaña Dosta! del Consejo Europeo. Durante la presentación de esta campaña en España, Sara Giménez, responsable del Área de Igualdad de Trato y no Discriminación de la FSG, puso como ejemplo el daño que pueden hacer algunos programas como Palabra de Gitano de Cuatro.
“Es necesario no solo mejorar la situación de los gitanos en los diversos órdenes vitales, sino también lograr que todo ello se haga visible de cara al conjunto de la sociedad, y que salga a relucir también que hay gitanos en una situación más favorable”, concluye Javier Sáez.