El Comité Olímpico Internacional (COI) anunció la semana pasada que, a la luz de una nueva técnica de control puesta a punto desde el Tour, revisará todos los análisis realizados a deportistas en los pasados Juegos Olímpicos en busca de la EPO de tercera generación. Esta sustancia, llamada CERA, es un activador continuo del receptor de la eritropoyetina, hormona producida por el riñón que estimula la producción de glóbulos rojos. Los científicos han desarrollado una técnica que combina análisis de sangre y orina con la que, por primera vez, se puede detectar.
Pilar Sánchez Collado, investigadora del Instituto de Biomedicina de la Universidad de León, explica que la eritropoyetina (EPO) es una hormona producida por el riñón que estimula la producción de glóbulos rojos, en cuyo interior se encuentra la hemoglobina, que transporta el oxígeno a las células del organismo. "Los enfermos renales no son capaces de sintetizar EPO, por lo que sufren anemia y dependen de transfusiones de sangre". En los años 80 se sintetizó EPO de forma artificial (rhEPO), lo que permitió a estos pacientes conseguir niveles más o menos normales de hemoglobina mediante su administración 2 o 3 veces por semana.
Esta utilidad se "desvió" al deporte, "fundamentalmente a deportes de resistencia donde el rendimiento depende entre otros factores, de la cantidad de oxígeno que llegue al músculo", recuerda la experta, que da clases sobre dopaje en el doctorado de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte de la Universidad de León. Sin embargo, cuando se adminstra rhEPO aumenta el número de glóbulos rojos y por tanto la viscosidad de la sangre, lo que dificulta la circulación sanguínea. Esto puede producir accidentes cerebrovasculares y, en último extremo, la muerte. De hecho, una serie de muertes de ciclistas a mediados de los ochenta, unido a que la primera EPO no se podía detectar en análisis de orina, le valieron a esta sustancia el apelativo de "el asesino invisible".
Mismo efecto, menos 'pinchazos'
A raíz de estas muertes las autoridades antidopaje utilizaron una medida indirecta, la tasa de hematocrito, para prevenir estos riesgos. El hematocrito mide el número de glóbulos rojos en relación al líquido de la sangre, es una medida de la viscosidad de la sangre. Así, se estableció que un valor superior al 50 por ciento suponía un riesgo para la persona, si practicaba deporte. Al tiempo, la EPO cambió, los laboratorios hicieron la molécula más compleja para que se metabolizara más lentamente y reducir así el número de administraciones para los enfermos renales. La EPO de segunda generación (Aranesp) tiene una vida media de 26 horas en el organismo frente a las 6 u 8 de su predecesora.
En 2007 se comercializó otro tipo de EPO, la CERA, un estimulador continuo del receptor de la eritropoyetina. Es una molécula mucho más grande que tarda más en metabolizarse y dura más en el organismo (una vida media de 135 horas). Así, "si un enfermo renal tenía que administrase EPO de primera generación unas 150 veces al año, con CERA lo hace 12 veces al año", asegura Sánchez Collado. Esto, que supone un gran avance para los enfermos renales, también se aplicó al deporte y, se sospecha que comenzó a usarse desde que estaba en fase experimental, en 2004. "Tiene el mismo efecto sobre el rendimiento deportivo que las otras", manifiesta la investigadora, "pero ahora se consigue pinchándose una vez al mes. Además, al ser una molécula grande se excreta en un porcentaje menor en orina".
Sin embargo, desde el Tour 2008 se ha desarrollado una nueva técnica que permite detectar directamente la sustancia. Según Sánchez Collado se trata de técnicas muy complejas todavía no desarrolladas en todos los laboratorios (cromatografías de gases, espectrometrías de masas, etc.) aplicadas tanto a sangre como a orina, con lo que se detecta la molécula de CERA en sí. Este avance es el que ha empujado al COI a repetir todos los análisis realizados en los Juegos Olímpicos de Pekín. Pero, según la investigadora de la Universidad de León, a la puesta a punto de esta técnica ha contribuido decisivamente que Roche, la farmacéutica productora de CERA, haya ofrecido a las autoridades una descripción de la sustancia. Para Sánchez Collado, la colaboración entre farmacéuticas y autoridades antidopaje puede ser una solución para detectar futuras sustancias, ya que "en la detección del dopaje siempre se va por detrás".
El futuro del dopaje: la terapia génica
Según la investigadora del Instituto de Biomedicina de la Universidad de León Pilar Sánchez Collado, "hay ya otros productos para enfermos renales, moléculas similares a la EPO, que se encuentran en fase clínica de ensayos pero que se están utilizando en el deporte". Sin embargo, la verdadera revolución en el dopaje puede ser la terapia génica, que consiste no ya en administrar la hormona sino el gen que codifica la proteína que produce EPO. Sánchez Collado explica que este gen se puede insertar a través de un adenovirus (un virus que replica su ADN en las células) en el músculo y, mediante un factor de transcripción (sustancia precursora) sensible al oxigeno comenzar a sintetizar EPO. Esta técnica de dopaje "sería indetectable por ahora".