La revista Nature publicó en su número de la semana pasada nuevos datos sobre el cráter lunar Shackleton. Mientras que la publicación británica anunciaba que el cráter no contiene cantidades significativas de hielo, la NASA anunciaba justamente lo contrario. ¿Hay o no hay agua en Shackleton?
“La interpretación de los estudios sobre cráteres lunares se apoya en la explicación más interesante”, reconoce Maria Zuber a SINC. Esta investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) es la primera autora de un estudio que la semana pasada apareció en los principales medios de comunicación bajo el titular “La NASA descubre un cráter con hielo en la Luna”.
La investigación, que se publicó el pasado jueves en Nature, analiza los nuevos datos sobre el cráter Shackleton del polo sur lunar, recogidos en la misión Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) de la NASA. Mientras que el departamento de comunicación de la revista británica emitió un comunicado en el que afirmaba que la zona es “relativamente seca”, la oficina de prensa de la NASA indicó que la presencia de agua congelada “puede llegar a suponer hasta un 22% del suelo del cráter”.
Aunque parezcan dos historias distintas y contradictorias, “los dos comunicados anuncian el mismo resultado desde diferentes perspectivas”, conviene Zuber. En cambio, Salvador Ribas, director del Parc Astronòmic del Montsec (PAC) es más crítico: “NASA ha barrido para casa porque necesita encontrar vida y agua para dar estos titulares sensacionalistas”, dice a SINC después de haber leído la investigación y los dos comunicados de prensa.
¿Habemus agua?
Desde hace dos veranos, las mediciones del brillo de Shackleton desconciertan a los científicos que lo estudian. Las nuevas observaciones muestran por primera vez que este cráter brilla más que sus vecinos. La primera autora del estudio califica sus conclusiones de “interesantes” a la vez que “extrañas”.
“Lo raro es que, además, sus paredes resplandecen más que su fondo –explica Zuber–. Si el brillo procediera del hielo, esperaríamos que se concentrase en el suelo, más frío y oscuro, donde la luz solar directa no penetra, y que el fondo fuese más brillante”. Justo lo contrario de lo que han observado.
El instrumento de medición Lunar Orbiter Laser Altimeter (LOLA) examinó el suelo del cráter Shackleton con luz láser que midió su profundidad con la precisión de una micra, equivalente a la millonésima parte de un metro. El cráter tiene poco más de tres kilómetros de profundidad y unos 19 kilómetros de ancho. El altímetro también midió el tiempo que tardó la luz del láser en regresar de la superficie lunar para conocer el relieve del terreno.
A partir de las observaciones, los investigadores postularon que los sismos lunares, provocados por el impacto de meteoritos y las mareas gravitacionales de la Tierra, podrían haber causado desprendimientos en las paredes del cráter. Las sacudidas habrían dejado el material más nuevo y brillante al descubierto, mientras que el hielo, de existir, se habría mezclado en el suelo.
Nature hace hincapié en que los análisis de la inclinación y la dureza de los materiales explicarían fácilmente las observaciones del movimiento del regolito lunar, la ‘alfombra’ de fragmentos rocosos de la superficie del satélite, hacia el fondo de Shackleton. “Pero esto no aclara el resplandor del suelo, donde no hay movimientos de tierra”, prosigue Zuber. Aquí es cuando los investigadores “no pueden excluir la posibilidad de que químicos volátiles, como el agua, estén presentes en pequeñas cantidades en el fondo del cráter”.
Por otro lado, los expertos apuntan que la menor exposición del fondo del cráter a los efectos de erosión por su ambiente sombrío y frío podría haber contribuido a su brillo. El fondo es tan viejo como el propio cráter y apenas ha sufrido cambios desde que se formó hace 3.000 millones de años. La investigación publicada en Nature remata: “Una capa de hielo de una micra de espesor en un 20% de la superficie es una posible alternativa”.
De hipótesis a afirmación
Ahí el gabinete de comunicación de la NASA encuentra un argumento para revelar “la presencia de pequeñas cantidades de hielo”. Su titular se construye en la ambigüedad de la posible existencia de agua. “Es un método muy al estilo de la NASA, su oficina de comunicación es un auténtico departamento de marketing”, dice el astrónomo Salvador Ribas.
En relación con esta posibilidad, el equipo de prensa de la NASA se respalda en declaraciones de Zuber: “Según nuestro estudio, la cantidad máxima de agua helada que podría haber es de unos 378 litros, que no es suficiente para facilitar la exploración humana. Pero este trabajo se limitó a la superficie, no sabemos lo que podría haber debajo de la superficie y para averiguarlo habrá que hacer exploraciones con otros sensores”.
“Mientras que Nature se centra en la investigación y el método científico, la NASA da la vuelta a la noticia aprovechando la posibilidad de la existencia de un 20% de agua”, concluye Ribas.
Para saber si hay agua en Shackleton, la misión del Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA tendrá que seguir recogiendo datos. Como recuerda la página web de la institución, en palabras del padre de los cohetes espaciales modernos, Robert Goddard: “es difícil decir qué es imposible, porque el sueño de ayer es la esperanza de hoy y la realidad de mañana”.
Hace años que el cráter Shackleton es candidato a albergar agua por su entorno sombrío. “La existencia de hielo en la Luna no es algo nuevo”, aclara a SINC Jesús Martínez Frías, investigador del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), asociado a la NASA. “Todos los estudios van en esta dirección por la importancia del oxígeno y el agua helada en el establecimiento de bases semipermanentes”, continúa.
El experto explica que hay dos orígenes de formación de agua en el satélite terrestre. El primero es exógeno porque procede del hielo de los cometas. El otro apunta a un proceso de formación dinámico y activo a partir de los óxidos y silicatos del suelo lunar en reacción con el hidrógeno procedente del viento solar.
De hecho, hace poco más de un año, un equipo estadounidense, liderado por la Institución Carnegie de Washington (EE UU), publicó en Science que el interior de la Luna albergaba cien veces más agua de lo esperado en su interior. Como ya contó SINC, los científicos señalaron que esa debía ser la prioridad de las futuras misiones de retorno de muestras. El hallazgo se publicó tras décadas de investigación que comenzaron con las misiones Apollo de la NASA en las décadas de los 60 y 70.
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Referencia bibliográfica:
Zuber, M.T.; Head, J.W.; Smith, D.E.; Neumann, G.A.; Mazarico, E.; Torrence, M.H.; Aharonson, O.; Tye, A.R.; Fassett, C.I.; Rosenburg, M.A.; Melosh, H.J. “Constraints on the volatile distribution within Shackleton crater at the lunar south pole”. Nature 7403 (486): 378-381, 21 de junio de 2012. DOI: 10.1038/nature11216