El pasado mes de junio el Congreso dio el primer paso para equiparar los permisos de maternidad y paternidad. Sociólogas y pediatras nos dan su visión sobre esta medida, relacionada con la corresponsabilidad en los cuidados de los hijos y la lucha contra la discriminación laboral de la mujer.
El Congreso de los Diputados impulsó el pasado mes de junio una proposición de ley para que los permisos de paternidad y maternidad sean igualitarios hasta las 16 semanas (seis obligatorias –las dos primeras justo después del parto o adopción– y diez voluntarias durante el primer año de vida), intransferibles y remunerados al 100%.
En la actualidad, las mujeres cuentan con seis semanas de permiso obligatorio de maternidad frente a las cinco de los hombres. Además, existen diez semanas más de permiso voluntario del que pueden disfrutar tanto ellas como ellos, pero que en la práctica asumen mayoritariamente las mujeres.
Se espera que la iniciativa –todavía en fase de tramitación parlamentaria pero que ha contado con el respaldo unánime de todas las fuerzas políticas– sea aprobada próximamente. Su principal objetivo es el reparto igualitario del cuidado de los hijos entre ambos miembros de la pareja durante los primeros meses de vida, para acabar con una de las fuentes de discriminación laboral que sufren las mujeres.
“La corresponsabilidad en los cuidados y la lucha contra la discriminación de las mujeres en el mercado de trabajo empiezan a ser cuestiones de sentido común en nuestro país”, explica a Sinc Inés Campillo Poza, socióloga y profesora de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA). “Sin duda, esa es una muy buena noticia”.
Antes de 2007 los padres solo disponían de dos días de permiso por nacimiento retribuido por la empresa. La Ley para la Igualdad de 2007 incluyó por primera vez el permiso de paternidad por nacimiento, acogimiento y adopción, retribuido por la Seguridad Social como medida de apoyo a la conciliación. Su duración era de 13 días, pero se preveía una ampliación a cuatro semanas que no se hizo efectiva hasta el 1 de enero de 2017. Desde el 5 de julio de 2018, el permiso de paternidad se ha ampliado de cuatro a cinco semanas.
“Es un avance importante pero no suficiente. No es el derecho a disfrutar de su bebé, como se dice a menudo, sino a cuidar de su bebé”, afirma Teresa Martín García, investigadora del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
La proposición de ley sostiene que cada progenitor tendrá derecho al mismo periodo de suspensión sin que ninguna parte de él pueda ser cedido o compartido, y con derecho a una prestación del 100%.
Sin embargo, la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) sostiene que el objetivo prioritario debe ser prolongar el permiso de las madres al menos durante seis meses y que las licencias de los padres sean transferibles. La institución defiende así el derecho a mantener la lactancia materna exclusiva durante el tiempo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Con la ley actual es prácticamente imposible para la mayoría de madres trabajadoras mantener una lactancia materna exclusiva más allá de las 16 semanas”, afirma Rosa Albañil, coordinadora del Grupo de Trabajo de Patología Infecciosa de la AEPap. “Prolongar dicho permiso garantiza que las mujeres que lo decidan cumplan la recomendación”.
Según la AEPap, “extender los permisos maternos, que los de los padres sean transferibles y que los periodos de tiempo de permiso –en todo o en parte– puedan disfrutarse de forma sucesiva y no obligatoriamente simultánea, favorecería la organización familiar”.
La comparación de las olas de 1994, 2003 y 2012 del International Social Survey Program (ISSP) sobre género y familia revela que en las últimas dos décadas España deja atrás la antigua preferencia por el modelo de madre conciliadora y padre ayudante.
Ahora bien, pese a una clara preferencia entre los hombres y mujeres de 18 a 44 años por un modelo de familia igualitario y en el que las responsabilidades económicas, domésticas y de cuidado sean compartidas por ambos miembros de la pareja, todavía se observa una elevada disparidad entre los deseos de un reparto equitativo de las tareas domésticas y de cuidado y la práctica real de las familias.
“No es la maternidad lo que penaliza a las mujeres, sino que muchos hombres no asuman todavía sus responsabilidades como padres de la misma forma que lo hacen ellas”, matiza Martín García. “Igualar ambos permisos ofrecería las mismas posibilidades de aprender a cuidar desde los primeros meses de vida a las madres y a los padres”, añade. “Cuidar es una competencia que se adquiere a través de la dedicación y la práctica, no es algo innato en el ADN de las mujeres”.
Cuidar es una competencia que se adquiere a través de la dedicación y la práctica, no es algo innato en el ADN de las mujeres. / Unplash
En opinión de la pediatra Albañil, el crecimiento demográfico debería ser un objetivo social para el que se deberían desarrollar políticas que salvaguarden los derechos laborales de las mujeres madres y eviten la penalización en sus actividades profesionales.
Una cuestión es la longitud de los permisos materno y paterno y otra si debieran ser intransferibles, transferibles o una combinación de ambos, como disfrutan en Suecia, Noruega o Islandia. Son dos cuestiones diferentes, y no necesariamente en conflicto, según Inés Campillo.
“El esquema de permiso parental danés, mucho más largo que el que se plantea aquí, no incluye una cuota intransferible para el padre, y no parece que en Dinamarca las mujeres sufran mayor discriminación laboral que en España. Y algo similar ocurre en la mayor parte de países del norte de Europa”, subraya Campillo.
Lo que sí diferencia a los territorios del norte de Europa del español es que cuentan con unos mercados de trabajo más regulados y seguros, con menor precariedad, más trabajo estable, mayor nivel de sindicación y menor discrecionalidad empresarial. También tienen una larga tradición institucional de políticas de apoyo a las familias.
“El problema de la discriminación laboral hacia las mujeres, o hacia cualquier grupo que se salga de la norma del trabajador varón blanco sano sin responsabilidades familiares y con plena disponibilidad temporal, está en la lógica empresarial del mercado de trabajo, no en las opciones de las madres”, indica Campillo.
Para esta socióloga, más eficaz que unos permisos iguales e intransferibles cortos sería un esquema mixto con un largo periodo de permiso transferible, e ir aumentando la cuota intransferible de los padres, siguiendo la tendencia de los países nórdicos. Esto, además, permitiría que las madres solas no quedasen penalizadas.
El riesgo de la transferibilidad, según Teresa Martín García, es que ellos no asuman su parte del permiso: “La evidencia empírica demuestra que con un diseño legal en el que se deje una parte a repartir entre los dos progenitores, los padres acaban tomándose solo aquella parte de la prestación que la ley les asigna como intransferible”, asegura la experta.
En opinión de Martín, es importante, además, que los permisos puedan tomarse sucesivamente para facilitar la organización en la atención del bebé y para que el padre pueda dedicarse a la crianza en solitario y no como cuidador-ayudante.
Para Martín García, una vez finalizados los permisos de maternidad y paternidad iguales e intransferibles, las familias deberían tener asegurado el acceso a una escuela de educación infantil de calidad, asequible económicamente y que garantice la igualdad de oportunidades a todos los niños y niñas. De lo contrario, las mujeres seguirían reduciendo su tiempo de trabajo para cuidar de sus hijos pequeños.
“Cuando hablamos de igualdad e intransferibilidad de los permisos, debemos reconocer que solo con ellos no vamos a evitar la discriminación laboral de las mujeres y a conseguir una implicación paterna en los cuidados”, afirma. “Es evidente que son necesarias otro tipo de medidas pero, sin duda, el primer paso para que se resuelva”.
Según la investigadora del CSIC, es importante que desde las políticas públicas acabemos con la idea de que el ejercicio de la maternidad es un deber social mientras que el de la paternidad es más una elección individual.
Es más, varios estudios internacionales muestran que los padres que se involucran en el cuidado de los hijos desde el inicio tienen una mayor implicación en las tareas domésticas y de cuidado infantil a medio y largo plazo.
“No hay que olvidar el efecto de una mayor implicación de los hombres en el bienestar de la infancia”, concluye Martín García. “Los niños y las niñas tienen derecho a disfrutar por igual del contacto y apego con sus dos progenitores y a que no se les transmitan los roles sexistas desde la primera infancia”.
Numerosos estudios muestran que cuando los permisos no son remunerados al 100% o implican una disminución de ingresos suelen ser las mujeres las que se acogen a ellos. Si no hay salario de sustitución, la participación de los hombres se reduce drásticamente.
De hecho, la proporción de padres que utilizan el actual permiso de paternidad en nuestro país –remunerado como el de maternidad al 100% de la base de cotización pero de menor duración– está en torno al 80%.
Esta cifra contrasta con los datos del Ministerio de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social que revelan que en 2017 solo en el 9,4% de los casos las excedencias no retribuidas por cuidado familiar los titulares fueron hombres.