Los números muestran que las investigadoras publican menos, obtienen menos financiación y progresan menos en su carrera. Sin embargo, hay quienes siguen pensando que la brecha de género es una construcción ideológica. El primer paso para solucionar el problema es creer que existe, algo más difícil de lo que parece entre parte de la comunidad científica.
En los últimos años, numerosos estudios han analizado la existencia, alcance y causas de la brecha de género en ciencia y tecnología. Hay menos investigadoras que publican menos, obtienen menos financiación y progresan menos en su carrera. Los datos apoyan la existencia de un sesgo del que algunos todavía dudan incluso dentro de la comunidad científica. ¿A qué se debe tal negacionismo?
“Con este tema a los científicos nos cuesta mucho actuar como científicos, no como personas, y reconocer que nuestros sesgos son reales”, comenta a Sinc la investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Teresa Valdés-Solís. “¡Cómo va a pasar esto si la ciencia es objetiva y los concursos de méritos son todos iguales! ¡Es imposible que mi juicio sobre un currículo dependa del género!”, bromea esta doctora e ingeniera química.
El escepticismo se diferencia del negacionismo en que, mientras que el primero pide evidencias, el segundo las rechaza. Esta actitud ya ha sido estudiada en relación con el cambio climático, el fracking, la evolución biológica y la energía nuclear. En 2015, un estudio en la revista The ANNALS of the American Academy of Political and Social Science analizaba hasta qué punto la política domina las opiniones sobre ciencia. Sus autores mostraban que el partido al que votamos, nuestra ideología política, los valores personales y la religión desempeñan un papel fundamental para decidir qué hechos aceptamos y de cuáles dudamos.
El negacionismo respecto a la brecha de género en ciencia y tecnología también ha sido analizado. Un trabajo publicado en 2015 en la revista científica PNAS reveló que los hombres son más críticos con los estudios que apoyan la brecha de género que con aquellos que la niegan.
En el estudio participaron más de 700 personas, hombres y mujeres, de las que unas 200 pertenecían a la comunidad científica. Cada voluntario leyó o bien el resumen de un artículo científico real que demostraba la existencia de una brecha de género en ciencia y tecnología, o bien un resumen modificado para negar dicho sesgo. En ambos casos, debían evaluar la calidad de la investigación que tenía delante.
Los resultados mostraron una mayor falta de objetividad por parte de los participantes masculinos. Los hombres aceptaban los falsos trabajos ‘antibrecha’, pero eran mucho más críticos con aquellos que la defendían. Este sesgo resultó especialmente fuerte entre los investigadores.
Para Valdés-Solís, además de existir un sesgo de confirmación que hace que prefiramos los argumentos que nos dan la razón, hay “cierto desprecio por estudios sociológicos, sobre todo entre los campos de ciencias más duras que, a su vez, son los más masculinizados”.
Otro estudio, publicado en la revista Psychology of Women Quarterly, indagó sobre cómo reaccionan hombres y mujeres ante las noticias relacionadas con la brecha de género en ciencia y tecnología. Para ello, el equipo de investigadoras de la Universidad Skidmore (EE UU) hizo aquello que nunca hay que hacer: leer los comentarios de internet.
A partir de tres artículos con perspectiva de género publicados en The New York Times, Discover Magazine y IFL Science, analizaron 831 comentarios para determinar el sexo de su autor y su posicionamiento sobre el tema.
El trabajo contaba con limitaciones evidentes: es difícil determinar el sexo de los internautas y, además, estos solo son representativos de la parte de la población que escribe comentarios en internet; pero también extrajo estadísticas interesantes. Por ejemplo, que un 22% de comentarios justificaba la existencia del sesgo y, de ellos, entre un 79 y un 88% provenían de hombres. La mayoría (59,8%) utilizaba explicaciones biológicas para defender su argumento.
También es cierto que la mayoría de los comentarios (67,4%) estaba de acuerdo con la existencia de una brecha de género, pero de estos solo el 29% pertenecía a hombres. Un 5% del total aseguró que había cambiado de opinión tras leer el texto y de esta minoría el 67% eran hombres. Por el otro lado, el 100% de los comentarios que mostraban gratitud por el estudio fueron de mujeres.
Media mundial de la proporción de hombres (rosa) y mujeres (azul) en educación superior e investigación de 2008 a 2014. Los datos muestran que la proporción de mujeres cae en el doctorado y la carrera investigadora. / UNESCO
“Las mujeres son el 28% de los investigadores del mundo”, recuerda la responsable del Área de Investigación y Conocimiento de la Fundación “la Caixa”, Sonia Garcinuño, citando datos de la UNESCO. Los números, en su opinión, pueden engañar si miramos carreras de dominio femenino como Biología, Farmacia y Medicina, cuando “el problema está en Física, Matemáticas y las ingenierías”. También si nos centramos en países más equitativos como España, donde las investigadoras alcanzan el 39% del total.
El caso de la Biología, con más de un 60% de biólogas, no refuta la existencia de una brecha. “La gente vinculada a ciencias de la salud suele argumentar que hay muchas profesoras de Biología, pero no se fijan en que pocas llegan a catedráticas, rectoras o directoras de Organismos Públicos de Investigación”, lamenta Garcinuño.
La negación no es exclusiva de los hombres. “Muchas mujeres dicen ‘yo no me he sentido discriminada, las cuotas son lo peor, yo quiero que me valoren por mi capacidad’. Luego te das cuenta de que no son así las cosas, que te valoran por tu mérito, pero luego tienes unas dificultades añadidas que ellos no tienen”, asegura Valdés-Solís. Y pone como ejemplo los datos del CSIC, el mayor organismo público de investigación de España, que tiene un 35,7% de mujeres investigadoras, “pero la proporción no es la misma al ascender en la escala de poder”, recuerda. En 2017, este organismo nombró a su primera presidenta en sus 78 años de existencia.
¿Cómo lograr que alguien acepte la existencia de prejuicios? Un estudio publicado en la revista Journal of Experimental Social Psychology pidió a sus participantes que evaluaran una serie de currículos de campos científicos y tecnológicos. Cuando los investigadores les mostraron que habían evaluado negativamente a una mujer en comparación con un candidato de idéntico currículo, se sintieron culpables y aseguraron que tendrían en cuenta este sesgo en el futuro. La mejor forma de eliminar los prejuicios es ser consciente de que existen.
En el último curso, el 54% de los estudiantes que se graduaron en carreras de ciencia en la universidad fueron mujeres, según datos del Ministerio de Educación que excluyen Psicología, ciencias sociales y de la salud, así como ingenierías.
Este porcentaje varía mucho según la especialidad. Un 64% de biólogas, un 56% de químicas, un 47% de matemáticas, un 37% de geólogas y un 28% de físicas. Las diferencias son mayores en las carreras tecnológicas, con un 16% de informáticas y un 31% de ingenieras.
La brecha se ensancha conforme avanza la carrera científica. Según la UNESCO, ese 54% de graduadas en ciencia pasa a un 49% futuras doctoras para terminar siendo un 40% de investigadoras. Las catedráticas de ciencia son algo más del 21% del total, menos del 13% si miramos en ingeniería y arquitectura.
Estas diferencias se mantienen en organismos públicos como el CSIC. Las mujeres representan el 35,7% del personal investigador funcionario, pero solo el 18,4% son directoras.
Garcinuño explica que estos números promueven un efecto Mateo de acumulación: “Para hacer un proyecto científico necesitas financiación, que se da a quien tiene más publicaciones. Como los hombres tienen más publicaciones porque son más, obtienen la financiación, así que publican; como publican, obtienen más financiación… Es un círculo”.