En los años 80 se descubrió que estos parientes de la estrella de mar eran sensibles a la luz y tenían un color distinto por el día que por la noche. Ahora, un estudio revela que gracias a esta característica pueden ver el exterior aunque no tengan ojos.
El descubrimiento de un extraño cráneo en 1942 hizo que algunos paleontólogos pensaran que el Tyrannosaurus rex tuvo un primo pigmeo de apenas cinco metros de longitud. Hoy pocos investigadores defienden la existencia del Nanotyrannus y un nuevo estudio ha puesto el último clavo en el ataúd de esta hipótesis.