Por fin sabemos de dónde obtienen los agujeros negros sus campos magnéticos: de las estrellas progenitoras que colapsan en estos espacios completamente desprovistos de materia. Para los autores, este hallazgo puede cambiar nuestra percepción de los sistemas estelares y su evolución.
Gracias a datos del telescopio JWST y el Observatorio de rayos X Chandra, un equipo científico ha identificado un agujero negro supermasivo que consume materia a un ritmo extraordinario, desafiando los límites teóricos. Este hallazgo podría ofrecer claves sobre el rápido crecimiento de estos objetos en los primeros mil millones de años del universo.
Un equipo liderado por el Centro de Astrobiología ha usado datos del telescopio VLT de Chile para estudiar la galaxia Teacup, situada a más de mil millones de años luz. El estudio muestra cómo los ‘supervientos’ generados por el agujero negro alteran la distribución de elementos pesados a gran escala.
Un equipo internacional de astrónomos ha descubierto la pareja de jets de agujero negro más largos conocidos, con una longitud total de 23 millones de años luz, lo que equivale a alinear 140 galaxias como la nuestra. Esta megaestructura, la mayor producida por un objeto astrofísico, es capaz de cruzar los colosales vacíos de la red cósmica.
Con la ayuda del telescopio espacial James Webb, astrónomos del Centro de Astrobiología y la Universidad de Cambridge han descubierto que el agujero negro supermasivo del centro de una lejana galaxia está apagando en toda ella la formación de estrellas.
Se conocen agujeros negros con masas en torno a 5-150 veces la del Sol, y otros supermasivos con más de 100 000 veces la de nuestra estrella, pero falta encontrar los situados en medio. Ahora, la danza de siete estrellas, captada con el telescopio espacial Hubble en el cúmulo globular Omega Centauri, parece señalar uno con al menos 8200 masas solares.
El repentino aumento del brillo en la galaxia SDSS1335+0728 probablemente es el resultado de la activación del agujero negro masivo que hay en su núcleo. Así lo revelan las observaciones del Very Large Telescope y otros observatorios terrestres y espaciales.
Los agujeros negros supermasivos en el universo infantil ya se alimentaban y comportaban igual que los actuales, según las observaciones del telescopio espacial James Webb en un brillante objeto fruto del material que cae dentro del agujero: el cuásar J1120+0641, uno de los más distantes y antiguos conocidos.
El extraño "bamboleo" que provoca en una estrella compañera ha permitido a la misión Gaia de la Agencia Espacial Europea detectar el agujero negro BH3. Con telescopios terrestres como el VLT se ha podido confirmar su masa: unas 33 veces la del Sol.
Más ligero que un agujero negro, pero más pesado que una estrella de neutrones. Así es el misterioso objeto que se ha fusionado con una de estas estrellas, según la onda gravitacional registrada por los detectores de la colaboración LIGO-Virgo-KAGRA, en la que participa la Universidad de las Islas Baleares. El anuncio coincide con la reanudación de las operaciones de detección de este equipo internacional.