Pablo Tejedo, biólogo de IE Universidad de Segovia, forma parte de un equipo de investigadores españoles e ingleses, que, desde hace años, trabaja para impedir que la oleada masiva de turistas que llegan hasta las costas de Isla Decepción, una pequeña maravilla de la naturaleza situada en la Antártida, provoquen un impacto insalvable en el ecosistema.
Los investigadores tomaron muestras en el Lago Limnopolar, situado en la Península Byers, Isla Livingston, en la Antártida.
El agujero de ozono alcanza a la ciudad chilena de Puente Arenas
Conchas microscópicas de plancton bien conservadas.
Científicos del Estudio Antártico Británico han medido la adaptación de la fauna antártica al aumento de temperaturas. Los resultados, que presentan hoy en la reunión anual de la Sociedad de Biología Experimental en Glasgow (Reino Unido), demuestran que algunas especies viven ya cerca del límite superior del rango de temperatura que soportan, y que un aumento mayor debido al calentamiento global podría provocar grandes desequilibrios ecológicos.
Final de la placa de hielo del glaciar de Pine Island, en la Antártida. Foto: NASA
Se rompe el puente de hielo que unía a la plataforma Wilkins con la Antártida
Un iceberg que se desprende del glaciar de la Antártida y que navega a la deriva muestra al cabo de una década más vida de la que podamos imaginar en ese solitario escenario. La fusión entre el agua dulce que se desase del témpano y el agua de mar, una situación similar a la desembocadura de un río, hace que proliferen microalgas en las capas del iceberg formando una peculiar “piel del hielo”. Pero el aumento de la temperatura de los océanos podría acabar con el iceberg antes de que el fitoplancton se forme a su alrededor.
Según la International Association of Antartica Tour Operators (IAATO), 46.000 personas visitan este continente cada año. La preocupación por mantener esta zona es cada vez mayor, puesto que su conservación es fundamental para mantener el equilibrio ecológico de la Tierra. A la espera de una cvaloración precisa de las consecuencias ambientales del turismo antártico comercial, un estudio español lanza ahora las primeras un conclusiones: los visitantes oficiales suponen sólo el 30% del impacto real.
La nueva especie de pez antártico, Gosztonyia antarctica, hasido localizada a 615 metros de profundidad en el Mar de Bellingshausen, en el Océano Antártico, una zona que no se estudiaba desde 1904 y donde la fauna es “absolutamente” desconocida. Jesús Matallanas, el investigador español responsable del hallazgo, recogió cuatro ejemplares de la nueva especie durante las campañas del Instituto Español de Oceanografía (IEO), en los veranos australes de 2003 y 2006.