Investigadores españoles han desarrollado una molécula capaz de aumentar la tolerancia de tomates, trigo y vidal al calentamiento global sin necesidad de modificar genéticamente las plantas. El compuesto imita la acción de la hormona vegetal que regula la respuesta al déficit hídrico y ha sido patentado en colaboración con la empresa gallega GalChimia.
Este manto blanco es cada vez más escaso y menos duradero y estable, según revela un estudio liderado por investigadores de la Universidad de León. El trabajo ha analizado más de 14 000 imágenes satelitales entre los años 2000 y 2024, para evaluar la evolución de la cubierta nival en 36 cuencas hidrográficas de la cordillera.
El CREAF lidera dos investigaciones con estos lepidópteros que constatan que los microclimas forestales pueden aliviar los efectos del cambio climático sobre los insectos. Por ejemplo, la elección del microhábitat —más soleado o con más sombra— de la mariposa blanca verdinervada y la blanquita de la col para poner huevos determina su supervivencia frente a las olas de calor.
La mayor masa de hielo de este macizo alpino continúa un retroceso alarmante y se presenta ya como 'una reliquia del pasado', tras reducirse en promedio siete metros de espesor y extensión en los últimos doce meses, según un informe que advierte de los efectos del cambio climático y la presión de la industria del esquí.
Esta capacidad máxima se agotaría hacia el año 2200 con los escenarios actuales de mitigación climática, según un nuevo estudio publicado esta semana en Nature.
La exposición repetida a olas de calor no solo aumenta la mortalidad a corto plazo, también acelera el envejecimiento biológico. Un nuevo estudio advierte de que sus efectos pueden acumularse y acompañarnos toda la vida, y los más afectados son los trabajadores manuales, las personas que viven en zonas rurales y quienes no disponen de aire acondicionado en sus hogares.
La velocidad de propagación de los fuegos forestales en zonas de la Península aumenta debido a los efectos del cambio climático. El incremento de las temperaturas, la reducción de la humedad relativa, además de otros factores como el crecimiento de la vegetación, elevan el riesgo de que estos fenómenos sean más virulentos durante el verano en regiones del noroeste como Galicia, León y Portugal.
Datos de la Agencia Estatal de Meteorología muestran que las olas de calor en el país duran cada vez más días y son más frecuentes. En lo que va de siglo, ya ha habido más del doble de estos fenómenos que entre 1975 y 1999.
Una investigación alerta de que estas grandes superficies vegetales están dejando de almacenar CO2. Las causas del declive varían entre la intensificación de la tala, el aumento de los incendios y los efectos directos del cambio climático.
Millones de personas no pueden permitirse la calefacción en invierno. Lejos de aliviar esta situación, el calentamiento global la agrava también en el periodo estival, cuando el acceso al aire acondicionado se vuelve vital frente a olas de calor cada vez más intensas y frecuentes, con un impacto creciente sobre los hogares más vulnerables.