Los últimos cazadores-recolectores de la península ibérica presentaban dos ascendencias genéticas: la asociada a la cultura magdaleniense que se extendió por países como España, Francia y Alemania, y la llamada epigravetiense que se expandió desde Italia. Este doble legado también se puede rastrear en los agricultores neolíticos con los que se hibridaron después. Asi lo revela un estudio internacional liderado desde el Instituto Max Planck con muestras de individuos de hace entre 15.000 y 8.000 años.
Un equipo científico de Francia y España ha realizado un estudio global a partir del análisis estadístico de cerámicas y adornos neolíticos para profundizar en el conocimiento del proceso de 'neolitización' en el Mediterráneo occidental. El trabajo revela que hubo más intercambio de cerámica que de adornos, ya que estos últimos tenían usos más simbólicos y personales.
El análisis de los restos de un yacimiento de Girona ha desvelado que sus antiguos habitantes utilizaban hongos como yesca para encender o transportar el fuego hace 7.300 años. El hallazgo supone una de las evidencias más antiguas del uso tecnológico de estos organismos. La investigación también ha permitido documentar seis especies de hongos y contabilizar un total de hasta 86 restos, algunos de ellos completos.
Un estudio en el que participa la Universidad de Granada ha determinado que gran parte del origen genético de la población de la península ibérica se debe a la influencia de una ruta migratoria prehistóricaprocedente de la actual Turquía, que llegó hace menos de 8.000 años desde el norte del Mediterráneo.
Investigadores de varias instituciones españolas han hallado en el yacimiento de Atapuerca (Burgos) un fragmento de cerámica neolítica con una iconografía muy singular, que conecta por primera vez poblaciones de la meseta norte de la Península con otras gentes neolíticas del Mediterráneo peninsular, Alemania e Italia. Lo que más destaca del fragmento es su decoración con motivos ramiformes o antropomorfos, que hasta ahora no se habían encontrado en yacimientos del interior de la península ibérica.
El mayor estudio paleogenético realizado hasta la fecha, que ha contado con la colaboración del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ha permitido recuperar y analizar 180 genomas de Hungría, Alemania y España de hace entre 8.000 y 4.000 años. Los resultados revelan que los primeros agricultores se entrecruzaron con los cazadores locales durante miles de años y que el proceso de neolitización del continente europeo fue más complejo de lo que se pensaba hasta ahora.
Un estudio liderado por la Universidad del País Vasco ofrece nuevas perspectivas sobre las diferentes prácticas mortuorias de los humanos del Neolítico en Europa Occidental. Los investigadores plantean que las clases inferiores eran enterradas en cuevas. En cambio, para los individuos de mayor rango se reservaban fosas monumentales, cuya construcción implicaba una considerable inversión de mano de obra.
Tras analizar muestras genéticas del Neolítico y de la Edad de Bronce, un equipo de científicos europeos demuestra que no se produjeron cambios relevantes en el genoma de individuos ibéricos entre ambos periodos. Según los expertos, estos análisis revelan que en aquel momento histórico la península ibérica recibió menos migración que el resto de Europa. El hallazgo explicaría la permanencia de lenguas preindoeuropeas como el euskera.
Antes de que los gatos conquistaran internet, se propagaron por el antiguo mundo hace unos 10.000 años. Según un nuevo estudio, que ha permitido analizar ADN antiguo, estos felinos evolucionaron hasta convertirse en los animales domésticos que conocemos hoy gracias a varias olas de domesticación y a la contribución de los habitantes de Egipto y Oriente Próximo. Los análisis revelan que todos los gatos domésticos descienden del gato salvaje africano Felis silvestris lybica.
Hace unos 8.000 años, las sociedades de cazadores-recolectores empezaron a asentarse gracias a la influencia de los agricultores que llegaron a Europa desde Oriente Próximo. Pero la transición no solo fue cultural. Un nuevo estudio, que ha analizado ADN antiguo, revela que entre estos dos grupos no solo hubo intercambio de conocimientos, sino también de genes.