Por fin sabemos de dónde obtienen los agujeros negros sus campos magnéticos: de las estrellas progenitoras que colapsan en estos espacios completamente desprovistos de materia. Para los autores, este hallazgo puede cambiar nuestra percepción de los sistemas estelares y su evolución.
La explosión estelar o supernova 1987A se observó hace más de 35 años, y desde entonces se dudaba qué objeto compacto habría generado. Ahora, gracias al telescopio espacial James Webb, se han identificado átomos de argón y azufre muy ionizados que solo se explican por la presencia de una estrella de neutrones, y no de un agujero negro como también se llegó a pensar.
Con un campo de visión infrarroja 200 veces mayor que el del Hubble, este observatorio espacial de la NASA creará enormes panorámicas del universo para indagar sobre su expansión acelerada. Científicos del Instituto de Ciencias del Espacio (CSIC) y el Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña colaboran en uno de sus experimentos: el 'sondeo de altas latitudes en el dominio del tiempo'.
El telescopio espacial Hubble ha fotografiado, en una sola imagen, las primeras fases de una explosión estelar que tuvo lugar en el universo primitivo, cuando apenas tenía 2.100 millones de años.
En el siglo XII astrónomos chinos y japoneses observaron una explosión estelar en el cielo que se mantuvo durante seis meses. Ahora investigadores de la Universidad de Hong Kong, el Instituto de Astrofísica de Andalucía y otros centros han localizado su remanente y sugieren que fue fruto de la interacción de un sistema binario de estrellas.
Astrónomos del proyecto Very Large Array Sky Survey (VLASS) han detectado una fuente de radio compatible con una explosión estelar fruto de la fusión entre un objeto compacto –una estrella de neutrones o agujero negro– y una estrella masiva. Este tipo de supernova se había planteado en modelos teóricos, pero hasta ahora no se había observado.
Este verano se han introducido varias toneladas de sulfato de gadolinio en el gigantesco tanque de agua ultrapura del detector Super-Kamiokande, situado a un kilómetro bajo tierra en una mina de Japón. La adición de esta tierra rara abre la posibilidad de descubrir los esquivos neutrinos que han producido las explosiones de supernova desde los inicios del universo.
En los últimos meses los astrónomos profesionales y aficionados están observando una disminución en el brillo de Betelgeuse, una de las estrellas de la constelación de Orión. Desde Chile, con el Very Large Telescope, también se han captado cambios en la forma aparente de esta supergigante roja, que acabará explotando como supernova en un futuro no muy lejano.
Desde que se descubrió la supernova SN 2006gy, una de las más luminosas conocidas, los astrónomos han tratado de explicar cómo adquirió su brillo excepcional. Ahora han comprobado que se produjo por la interacción de una gigantesca explosión, de un tipo diferente al que se pensaba, con una densa capa de material circunestelar.
Investigadores del Instituto de Astrofísica de Andalucía y otros centros internacionales han estudiado el final de una estrella muy masiva, que acaba generando un estallido de rayos gamma y una hipernova. El estudio aporta el eslabón que faltaba para vincular esos estallidos con este tipo de energética supernova.