Hasta ahora, la caza ha sido uno de los métodos más empleados para controlar las sobrepoblaciones de animales salvajes, pero su efectividad y ética están cada vez más cuestionadas. Así, los tratamientos contraceptivos para este propósito van ganando terreno en diferentes lugares del mundo. En el caso de España, diversos proyectos abren las puertas a estas alternativas al sacrificio que replantean el modelo de gestión de la fauna salvaje.
Las hembras de alce adultas, protagonistas de #Cienciaalobestia, son capaces de desarrollar estrategias para esconderse de los cazadores. Según un nuevo estudio, a partir de los 10 años de edad, estos cérvidos aprenden a evitar a sus predadores humanos moviéndose y desplazándose a terrenos más inaccesibles. Además, los científicos han descubierto que el mamífero es capaz de diferenciar entre un arco y un rifle, adaptando su forma de protegerse a las distintas temporadas de caza.
En el yacimiento de Atapuerca, en Burgos, se han encontrado evidencias del caso más antiguo de caza comunal. Sucedió en repetidas ocasiones hace 400.000 años en el yacimiento de Gran Dolina y las víctimas fueron manadas de bisontes. Los homínidos se organizaban y conducían a los animales hasta este lugar donde los acorralaban, mataban y procesaban.
El mapa muestra los lugares donde más incautaciones de escamas de pangolines se han producido en el mundo en los últimos 16 años. / EIA
El elefante africano de bosque (Loxodonta cyclotis), que habita una zona considerada un santuario en el país centroafricano de Gabón –el Parque Nacional Minkébé–, está acosado por los cazadores furtivos del país fronterizo Camerún. Más del 80% ha desaparecido en la última década debido a esta práctica ilegal, según informa un estudio de la revista Current Biology.
Miles de huesos de animales enterrados en la cueva de Covalejos (Cantabria) revelan que neandertales y sapiens seguían estrategias de caza similares hace entre 45.000 y 25.000 años. La investigación, en la que participa la Universidad Complutense de Madrid, muestra cómo la cueva fue el lugar elegido por ambas especies para tratar las piezas cazadas y comer de forma recurrente.
El ser humano es la principal amenaza de la mayoría de los animales. El león, a pesar de ser un gran depredador, no es ninguna excepción a la persecución humana. La caza por trofeos de estos félidos, protagonistas de nuestro #Cienciaalobestia, es responsable, junto a otras actividades humanas, de la disminución de las poblaciones, como señalan dos estudios científicos.
La actual crisis de la fauna oceánica es diferente de las cinco grandes extinciones que han ocurrido en la Tierra en los últimos 550 millones de años. Ahora, cuanto mayor sea el animal, más riesgo de extinción corre porque sus ejemplares están más valorados para el consumo humano. Con estas nuevas pruebas, los científicos reclaman un cambio en los tratados de caza y pesca para frenar la sexta extinción en masa.
Aunque la dentadura del extinto león marsupial no era la propia de un depredador, este animal, protagonista de nuestro #Cienciaalobestia, fue uno de los cazadores más destructivos hasta su extinción hace 30.000 años. Investigadores de la Universidad de Málaga y de Bristol revelan que sus codos le permitían una movilidad del antebrazo similar al de los primates. Esta ventaja, junto a sus poderosas garras retráctiles, le otorgaba un estilo de caza único entre los carnívoros.
Las altas concentraciones de ungulados en las fincas de caza mayor podrían suponer una amenaza para las poblaciones de perdiz roja, según alerta un nuevo estudio realizado en Córdoba. La intensificación agrícola en sus zonas de cría, el deterioro del hábitat y la exposición a biocidas, son algunos de los factores que más afectan a esta especie, que en los últimos tiempos ha perdido el 33% de su población.