El pulpo, protagonista esta semana del #Cienciaalobestia, es un animal extremadamente inteligente. Una nueva investigación muestra que el cerebro de este invertebrado posee elementos genéticos análogos a los del órgano humano. En ambos organismos, la actividad de estos ‘genes saltarines’ se ha detectado en el área encargada del aprendizaje y las habilidades cognitivas.
Al comparar neuroimagenes del lóbulo temporal de humanos y de chimpancés, investigadores de Países Bajos y Reino Unido han encontrado que el patrón de conexiones de las áreas del lenguaje en nuestro cerebro se ha ampliado más de lo que se pensaba.
Una investigación centrada en las áreas y conexiones de nuestro cerebro revela que personas adictas al tabaco fueron capaces de dejarlo y superar su dependencia tras sufrir un ictus o un derrame cerebral.
Un equipo del Boston College, en EE UU, ha realizado un análisis detallado de neuroimágenes de personas con trastorno del espectro autista utilizando técnicas de aprendizaje automático. Los investigadores han observado que las diferencias de comportamiento entre individuos con este trastorno están relacionadas con variaciones en la estructura del cerebro.
El estatus socioeconómico de las familias se ha asociado con el rendimiento de los niños en la escuela, incluso con la extensión de algunas zonas de sus cerebros. Hace unos años se diseñó un trabajo pionero para saber si aliviar la pobreza tiene un impacto directo y causal en su actividad cerebral. Los primeros datos publicados sugieren que sí.
Investigadores del CNIO han descubierto el mecanismo que causa la resistencia a la radioterapia, así como un fármaco que podría revertirla. Además, solo es necesario realizar un análisis de sangre para identificar los pacientes a quienes beneficiaría este tratamiento y a los que no, para evitar efectos secundarios inútiles.
Un equipo internacional de investigación ha creado un mapa de referencia para el crecimiento de este órgano que abarca toda nuestra vida, desde un feto de 15 semanas hasta un anciano de 100 años. Los gráficos muestran cómo se expande rápidamente al principio y se reduce lentamente a medida que envejecemos.
Este accidente cerebrovascular no mata las células nerviosas por toxicidad química, como se creía hasta ahora, sino por ondas eléctricas letales, según revela un estudio internacional con investigadores del CSIC. Estas ondas pueden ser una nueva diana terapéutica para tratar los ictus de forma más eficiente.
LRP3, una proteína prácticamente desconocida hasta ahora, disminuye los niveles de la proteína precursora amiloide y de beta amiloide, ambas implicadas en la formación de placas en el cerebro de las personas con esta enfermedad neurodegenerativa.
Un equipo de neurocientíficos del Instituto de Tecnología de Massachusetts ha identificado, por primera vez, una población de neuronas en la corteza auditiva del cerebro humano que responde únicamente a la voz cantada, y no a la voz hablada o la música instrumental.