Al contrarío de lo que se podría pensar, estos pequeños animales no se dirigen directamente hacia el foco luminoso, sino que inclinan su dorso hacia él, lo que desvía y modifica de forma errática su trayectoria. Con luz natural, sin embargo, este mismo comportamiento les ayuda a mantener su posición correcta en el aire. Un equipo de biólogos lo ha investigado y grabado con cámaras de alta velocidad.
Con una resolución sin precedentes de 40 metros, el proyecto RALAN-Map EU está dirigido por el astrofísico de la Universidad Complutense de Madrid Alejandro Sánchez de Miguel. Este mapa representa un avance significativo en el estudio de este tipo de contaminación, porque permite una evaluación más precisa de su impacto en el medio ambiente y en la salud humana.
El estudio liderado por la Universidad Complutense de Madrid empleó datos de geolocalización de 102 pumas del centro y sur de California. Los animales evitaron el resplandor artificial de los asentamientos humanos en el horizonte más que el brillo artificial del cielo o la iluminación de la luna.
La Navidad cristiana, el Ramadan musulmán, el Año Nuevo chino o el Diwali hindú hacen que la intensidad de la iluminación nocturna varíe, con unos efectos que se extienden más allá de las zonas urbanas. Así lo constata un estudio del Museo Nacional de Ciencias Naturales junto a otros organismos del CSIC, que pone de manifiesto la estrecha relación entre los niveles de transformación de la luz nocturna y la actividad cultural de nuestra sociedad.
Gracias a una campaña de ciencia ciudadana, se ha comprobado que la reducción de estrellas visibles se asocia a un aumento anual del 9,6 % en el brillo del cielo nocturno por la contaminación lumínica. A este ritmo, un niño o una niña que al nacer observaran 250 estrellas, cuando cumplan 18 solo verán unas 100.
Muchas especies de aves, protagonistas de #Cienciaalobestia, aprovechan la oscuridad de la noche para volar durante sus migraciones de primavera y otoño, pero también lo hacen en temporadas no migratorias. Un nuevo estudio demuestra que los niveles de contaminación lumínica que están en aumento en zonas de América del Norte y Centroamérica aturden a estos animales.
Entre 2012 y 2016 la iluminación artificial nocturna ha aumentado un 9,1% a escala global. Esta contaminación lumínica, producida por una excesiva o mala iluminación, supone un derroche energético que pone en peligro la salud humana y la de los ecosistemas.
La contaminación lumínica, producida por una iluminación nocturna excesiva o incorrecta, supone un derroche energético y es nociva para la salud y el medio ambiente. Ahora un estudio del Instituto de Astrofísica de Andalucía advierte que los sensores que se usan para medirla no registran bien las bandas del color, por lo que en algunas poblaciones se podrían estar sustituyendo las tradicionales lámparas de sodio por LED inadecuados, que contaminan más, sin saberlo.
Más del 80% de la población mundial vive bajo cielos contaminados por luces artificiales, y una tercera parte no puede ver la Vía Láctea por la noche debido al brillo que proyectan. Así lo recoge un nuevo atlas mundial de la contaminación lumínica, una consecuencia del desarrollo tecnológico con efectos negativos para la vida silvestre y nuestra visión directa del cosmos.