Paleontólogos españoles han aplicado técnicas de luz ultravioleta para estudiar las extremidades de Concavenatorcorcovatus, conocido como Pepito, el famoso dinosaurio jorobado que cazaba hace 125 millones de años en lo que hoy día es la serranía de Cuenca. Los resultados revelan vestigios de gigantismo en la historia evolutiva de los carcarodontosáuridos, grupo de carnívoros del Cretácico al que pertenece el dinosaurio conquense.
Al sur del Estado de Utah en EE UU, un equipo de paleontólogos ha encontrado los restos de una nueva especie y género de anquilosaurio, un dinosaurio con una armadura ósea puntiaguda, al que han denominado Akainacephalus johnsoni. Sorprendentemente, el análisis de los fósiles revela que esta especie estaría más relacionada con los especímenes asiáticos que con los norteamericanos por las espinas de su cráneo.
En el yacimiento de Las Hoyas (Cuenca), además de restos de plantas y animales fósiles, se están estudiando otros significativos registros del pasado remoto: los coprolitos. Estas heces fosilizadas, de gran abundancia y diversidad, revelan que los productores de ciertos de ellos eran depredadores de vertebrados, principalmente de peces, por lo que podían haber sido otros peces, cocodrilos, salamandras o incluso tortugas.
Un equipo científico ha descubierto la primera evidencia de conducta de cortejo sexual en el registro fósil de los colémbolos –unos pequeños artrópodos hexápodos y sin alas muy próximos a los insectos– de hace unos 105 millones de años. El estudio, en el que participan la Universidad de Barcelona y el Instituto Geológico y Minero de España, también documenta la evidencia más antigua de agregación en estos hexápodos que están presentes en la mayor parte de los ecosistemas terrestres.
A la hora de resolver los enigmas sobre el fin de los dinosaurios en la Tierra, África es una página en blanco. Existen muy pocos fósiles en este continente desde el Cretácico superior, hace entre 100 y 66 millones de años. Los científicos han desenterrado restos de Mansourasaurus shahinae, un nuevo dinosaurio en el Sahara que ayuda a llenar las lagunas sobre la existencia de estos reptiles al final de su reinado.
Un equipo de investigadores españoles ha descubierto en una pieza de ámbar de Birmania una garrapata fósil de unos 100 millones de años de antigüedad que chupaba la sangre a los dinosaurios terópodos con plumas. El nuevo trabajo revela la primera evidencia directa de la relación de parasitismo entre ácaros y dinosaurios con plumas, algunos de los cuales evolucionaron hacia el linaje de las aves modernas a finales del Cretácico.
Hace 95 millones de años, una tortuga de río se adaptó a ambientes marinos y realizó una migración extraordinaria desde el antiguo continente de Gondwana, que agrupaba lo que hoy es África y Sudamérica, hasta Laurasia, la masa continental del norte de la que formaban parte Europa, Asia y Norteamérica. Sus restos, hallados en la localidad de Algora en Guadalajara y en Portugal, son prueba del primer evento de dispersión conocido de una tortuga desde Gondwana.
Las fuentes situadas junto al Museo del Prado están construidas con una roca sedimentaria repleta de conchas de gasterópodos de la época de los dinosaurios. Estos fósiles han permitido descubrir la procedencia de la piedra: unas canteras olvidadas de la localidad madrileña de Redueña, de donde también salió material de construcción para la fuente de Apolo y el Palacio de las Cortes.
El 88% de las especies de ranas modernas se originaron a partir de tres linajes que sobrevivieron a la extinción masiva de finales del Cretácico, cuando desaparecieron los dinosaurios. Así lo revela el mayor análisis genético realizado hasta la fecha a este grupo de anfibios.
En el Cretácico, hace unos 105 millones de años, no existían ni hormigas, ni abejas ni mariposas con espiritrompa, y la mayoría de ecosistemas terrestres estaban dominados por plantas sin flores (gimnospermas). Darwinylus marcosi es el nombre del escarabajo –inspirado en la pasión del naturalista inglés Charles Darwin por estos insecto– que representa la primera evidencia científica de un nuevo patrón de polinización en insectos en el Cretácico medio, según un artículo de la revista Current Biology que cuenta con participación española.