Ayer daba comienzo la Cumbre de Líderes sobre el Clima, una conferencia virtual organizada por la Casa Blanca en la que participan 40 líderes internacionales. Joe Biden, presidente estadounidense, en su regreso a las negociaciones climáticas se ha comprometido a recortar sus emisiones entre un 50 % y un 52 % para el final de esta década.
La energía solar es una de las mayores aliadas en la lucha contra la crisis climática y en el cumplimiento del Acuerdo de París, firmado hace hoy cinco años. En España, el objetivo es multiplicar por cuatro la potencia instalada para 2030. Pero las descomunales plantas fotovoltaicas que proliferan ya están transformando el paisaje natural y alterando el hábitat de la vida silvestre.
22 de abril, Día Internacional de la Madre Tierra. / Wearbeard
La nueva normativa española verá la luz en un momento de pandemia en el que la Unión Europea está haciendo un esfuerzo histórico para “modernizar” la economía, entendiendo por tal la suma de la digitalización y la transición ecológica. Además, su texto insiste en un cambio que incorpore los criterios de justicia social, con un modelo de desarrollo sostenible que genere empleo decente y contribuya a la reducción de las desigualdades.
La pandemia es una oportunidad para que los gobiernos se replanteen el modelo económico y de producción que ha desencadenado una crisis climática. Sin embargo, el G20 sigue destinando un 60 % más a actividades de combustibles fósiles que a inversiones sostenibles. “Vemos el problema a medio y largo plazo, por eso no actuamos como lo hemos hecho con la covid, pero los efectos pueden ser mucho peores.”, asegura Peñuelas, investigador del CSIC.
Los modelos climáticos actuales incluían una hipótesis que indicaba que la biomasa de las plantas y el carbono del suelo aumentarían de forma conjunta a lo largo de este siglo. Ahora, un estudio publicado en Nature asegura que no es así, por lo que plantas y suelo no podrán absorber a la vez más CO2, con consecuencias climáticas.
Un equipo internacional de investigadores ha identificado los principales factores de vulnerabilidad a la crisis climática de los bosques europeos. Los datos aportados por los algoritmos contribuyen a mejorar la gestión de dichos ecosistemas naturales.
Una trampa climática, así califican los científicos la exposición a la que se tienen que enfrentar distintas especies de aves que cambian su comportamiento y hábitat por el calentamiento global. Sin embargo, en la cuenca mediterránea, con más microclimas y microhábitats, este efecto no es tan claro.
Los cambios de temperatura hacen que los insectos cambien tan rápido de lugar que la estrategia actual para su seguimiento y evaluación resulta inadecuada para conocer la situación real de las especies. Así lo ha puesto de manifiesto un equipo internacional de científicos tras analizar diez millones de registros para 58 especies de mariposas recopilados desde 1800.