Los quirópteros que utilizan la ecolocalización —la capacidad de conocer su entorno por medio de la emisión de sonidos y de la interpretación del eco que generan— poseen un mapa cognitivo acústico de su área de residencia, lo que les permite navegar distancias de varios kilómetros.
Los seres humanos también contaminamos acústicamente. Los ruidos que generamos interfieren en los sistemas comunicativos de ciertos animales y ponen en peligro su supervivencia. Es el caso del murciélago con labios de flecos, protagonista de #Cienciaalobestia, que emplea un segundo sentido –la ecolocación– para percibir a su presa cuando el sonido es demasiado alto y enmascara sus señales.
La evolución de rasgos similares en diferentes especies, un proceso conocido como evolución convergente, está muy extendido a nivel biofísico y genético. Un análisis de la ecolocación animal en diferentes especies, dirigido por la Universidad Queen Mary de Londres, revela que los murciélagos y los delfines poseen similitudes genéticas.
Investigadores estadounidenses han descubierto en un nuevo artículo que se publica hoy en Current Biology que tanto ballenas como murciélagos comparten la habilidad de emitir pulsaciones de sonido e interpretar los ecos que les rebotan para perseguir a sus presas. Hasta ahora, los científicos pensaban que los mecanismos eran diferentes porque estos animales lo utilizaban en diferentes entornos. Ahora, les une un mecanismo molecular.
Ballena jorobada (Megaptera novaeangliae).
El investigador Juan Antonio Martínez detectando una columna por ecolocación.