Aunque parezca increíble, del vacío pudo emerger el cosmos, que quizá no nació tras una gran explosión. Puede que en ese momento, hace 13.800 millones de años, lo que experimentara fuera un gran rebote tras un periodo de contracción. Desde entonces no deja de expandirse, hasta que termine sus días de forma aburrida y con el tiempo congelado. El autor del libro Más allá del Big Bang nos habla de estas teorías.
Las futuras colonias de nuestro satélite o de Marte podrán cultivar vegetales gracias al trabajo de biólogos como este español del CSIC, que acaba de recibir un premio de la NASA. “No se podrán lanzar semillas a la superficie y esperar a que crezcan”, aclara. Tendrán que desarrollarse en invernaderos, después de superar los daños generados por la ausencia de gravedad.
Investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid y SENER Aeroespacial van a probar la eficacia de un nuevo propulsor de plasma helicón (HPT, por sus siglas en inglés). Se trata de una tecnología espacial de propulsión eléctrica que se podría utilizar en diversos tipos de satélites, para pequeñas plataformas en el espacio e incluso, en el futuro, para viajar a Marte.
El detector espacial LISA de ondas gravitacionales, el telescopio Athena para astrofísica de altas energías, la misión Hera para desviar asteroides, la estación espacial Gateway que orbitará la Luna, una iniciativa para traer muestras de Marte, nuevos satélites de la red 5G… En la próxima década la Agencia Espacial Europea participará en todos estos proyectos gracias al presupuesto de 14.400 millones de euros aprobado esta semana en Sevilla.
Ilustración de la estación Geteway orbitando la Luna con el módulo de servicio Orión acoplado (a la derecha). / ESA/NASA/ATG Medialab
Pronto comenzará el proceso de selección de una nueva promoción de astronautas europeos. / ESA/NASA
Foto oficial del consejo ministerial Space19+ de la ESA en Sevilla, en la que Pedro Duque, ministro de Ciencia, Innovación y Universidades en funciones, ha actuado de anfitrión. / ESA
En Colonia (Alemania), doce voluntarios se sacrifican por la ciencia: pasan 60 días recostados en un estudio que simula las condiciones de microgravedad del espacio para contrarrestar la degeneración de huesos y músculos que sufren los astronautas. Su recompensa, además de 16.500 euros, es saber que están haciendo historia de la investigación aeroespacial.
El espacio siempre ha estado reservado para los gobiernos más ricos o empresas con capitales muy altos. Ahora, gracias a los pequeños satélites CubeSat, lanzar uno de estos aparatos es algo que se pueden permitir muchos más países y sectores. El ingeniero aeroespacial, Jordi Puig-Suari, es uno de sus inventores, pionero en la comercialización del espacio o New Space.