Las guerras son devastadoras. El primer desastre es la pérdida de vidas humanas que conllevan. Además de ese horrible impacto, los misiles, las bombas y el armamento en general afectan directamente a las infraestructuras y los lugares de conflicto.
Investigadores de la Universidad de Harvard han publicado un estudio que combina datos geoespaciales con imágenes por satélite para identificar la cantidad de bombas lanzadas cerca de infraestructuras hospitalarias de la Franja de Gaza. El pasado 7 de octubre se cumplió un año del inicio del conflicto.
El estudio de miles de fragmentos de hueso de 338 individuos enterrados en un yacimiento de Álava indica que fueron víctimas de multitudinarios y violentos enfrentamientos hace unos 5.000 años. El trabajo lo lidera una investigadora de la Universidad de Valladolid.
Desde la invasión de Ucrania, la guerra y Rusia se sitúan como grandes preocupaciones de los europeos junto con los efectos del calentamiento global, según un informe en el que ha participado la Fundación BBVA.
Cinco investigadores de EE UU, Canadá y Reino Unido han firmado una carta en la revista Science donde se insta a evitar el rechazo a toda la comunidad científica rusa por las acciones del Gobierno de Putin en Ucrania. También esperan que las medidas de castigo a Rusia no perjudiquen a los propios valores e intereses de Occidente.
Las generaciones jóvenes ignoran lo que ha sido vivir con un horizonte dominado por un hongo atómico, la nube con forma de seta que simbolizaba el apocalipsis nuclear. Y lo desconocen porque este temor desapareció con la Guerra Fría y el desarme parcial de los misiles de EE UU y Rusia. De pronto, el espectro de una hecatombe ha sido convocado por Vladimir Putin, y el miedo nuclear, que se mantenía agazapado, se nos ha echado encima.
Cualquier enfrentamiento bélico tiene unas consecuencias terribles para la salud de la población y dura generaciones. Al número de muertes, heridas graves y problemas psicológicos, hay que sumarle la pérdida de recursos sanitarios que origina. Esto afectará durante años al bienestar y progreso de la sociedad.
El Ministerio de Ciencia e Innovación no adoptará nuevos contratos ni convenios con organizaciones de Rusia ni Bielorrusia y suspende, por principio, todos los que están en curso. El de Universidades no suscribirá nuevos acuerdos de cooperación académica e institucional con Rusia. Sin embargo, ambos ministerios impulsarán iniciativas y proyectos dirigidos a fortalecer las relaciones con Ucrania y dar apoyo a la comunidad científica y académica del país.
Cuando se cumplen dos semanas de la invasión rusa a Ucrania, dos millones de refugiados ya han huido del país, según Naciones Unidas. Los conflictos bélicos son actos violentos tanto por sus características propias como por las secuelas que generan, con repercusiones inmediatas y futuras sobre la salud de las personas.
Los vínculos científicos entre Europa y Rusia se han estrechado en los últimos años, hasta el punto de que Rusia es uno de los países más activos en el programa de ciencia europeo. Además, colabora con la Agencia Espacial Europea y en grandes instalaciones como el CERN o ITER que ahora se replantean la colaboración o, como ya ha anunciado la Comisión, la congelan.