Un estudio en ratas, realizado por investigadores de las universidades de Granada y Huelva, revela que si entre la preexposición a un sabor y la asociación de ese sabor con un malestar determinado se introduce un cambio temporal –es decir, lo realizamos a una hora distinta, pasando de mañana a tarde o de tarde a mañana–, la aversión o rechazo al sabor que se aprende es mayor.
Nos levantamos antes de que cante el gallo, pero no comemos hasta la tarde. Salimos del trabajo de noche y cenamos a las diez mientras vemos la televisión, cuyo prime time es de 22:00 a 1:00, lo que retrasa la hora de ir a la cama. Los peculiares horarios españoles, sin equivalente en ningún otro lugar, tienen consecuencias negativas para la salud; entonces, ¿por qué los seguimos?