Un equipo internacional de científicos, liderados desde el Instituto de Nanociencia y Materiales de Aragón, ha creado el primer imán duro de espesor atómico. El avance tiene aplicaciones potenciales en dispositivos tecnológicos que requieren un campo magnético definido, como las memorias RAM de los ordenadores.
Estos materiales están compuestos únicamente de proteínas, capaces de entregar de forma prolongada en el tiempo, nanopartículas que pueden dirigirse a células tumorales específicas y destruirlas. Imitan a los gránulos secretores naturales del sistema endocrino y han sido probados con éxito en modelos de ratón con cáncer colorrectal.
Investigadores de CIC biomaGUNE y otros centros internacionales han desarrollado un modelo para la síntesis controlada de nanoestructuras complejas hasta ahora inalcanzables. El avance abre nuevas posibilidades en el diseño de materiales y aplicaciones nanotecnológicas innovadoras.
En un mundo mil millones de veces más pequeño que un metro, las barreras entre disciplinas se diluyen. Es en este ámbito donde la científica Sonia Contera investiga los sistemas biológicos y cómo surge la materia a escala nanoscópica en el universo. Lo cuenta en su último libro: Nanotecnología viva, donde también propone una mirada más amplia de la ciencia.
Investigadores del CSIC y otros centros han desarrollado unas nanoestructuras lipídicas capaces de transportar microARN utilizado en terapias contra el cáncer. Se han introducido y probado con éxito en células tumorales de hígado, pulmón y tejido nervioso.
Científicos de la Universidad de Oviedo, el Donostia International Physics Center y otros centros internacionales han conseguido guiar la luz a lo largo de direcciones por las que hasta ahora no se podía en un material de espesor nanométrico. El avance se podría aplicar en procesamiento de información, telecomunicaciones y sensores.
El científico estadounidense Paul Alivisatos y el alemán Michael Grätzel son los ganadores del Premio Fundación BBVA en la categoría de Ciencias Básicas de este año por el desarrollo de nuevos nanomateriales, con aplicaciones en energía solar y electrónica avanzada.
Investigadores de la Universidad Rovira i Virgili han creado una superficie con nanopilares de silicio negro recubiertos de oro que detecta los compuestos con los que ha estado en contacto el dedo de una persona o son excretados por su piel. La técnica se puede aplicar en el control de drogas, análisis forenses, investigación clínica y en las industrias farmacéutica y cosmética.
Investigadores del Instituto de Ciencia de Materiales de Barcelona (CSIC) han desarrollado nanopartículas orgánicas con moléculas fluorescentes que brillan 100 veces más que otras similares, como los puntos cuánticos. El avance puede ayudar a obtener bioimágenes de mayor calidad y se podría aplicar en dispositivos de diagnóstico médico.
La fluorescencia que emiten diminutas partículas cuánticas de óxido de zinc se puede utilizar para ver como penetran algunas sustancias empleadas en la restauración de edificios históricos. Investigadores de la Universidad Pablo de Olavide lo han comprobado con muestras recogidas en antiguas canteras de Cádiz, de donde salió la piedra para construir el ayuntamiento y la catedral de Sevilla.