Un estudio demuestra que existen divergencias en el uso culinario de la sal según el origen étnico de las personas. Mientras que los asiáticos son más propensos a utilizar el sodio para cocinar, los adultos afroamericanos intentan reducir su consumo. El hallazgo podría ayudar a personalizar la atención médica teniendo en cuenta las variaciones culturales de los pacientes.
La mayoría de los adultos estadounidenses consumen más sal de lo recomendado, aunque su uso para las comidas varía entre personas étnicamente diferentes. Este descubrimiento podría mejorar el asesoramiento de los pacientes según su cultura culinaria.
Un estudio, publicado en The Journal of the American Heart Association, relaciona el consumo de sodio con la diversidad social y culinaria de la población estadounidense.
Por ejemplo, los asiáticos cocinan con más cantidad de este condimento que los afroamericanos, quienes intentan reducir su ingesta de forma generalizada por recomendaciones de los médicos. Otros colectivos, como los mexicanos, tienen comidas tradicionales como las enchiladas, los tacos y los chiles rellenos que contienen grandes cantidades de este mineral.
No obstante, también hay alimentos comunes a todas las etnias que incrementan el consumo de sodio como son la sopa, el pollo y otros productos elaborados como la pizza, según muestra la investigación.
Para saberlo, los investigadores analizaron datos procedentes de encuestas desde 2017 a 2020 y un estudio secundario con el objetivo de entender cómo los estadounidenses de origen asiático aplicaban la sal durante la cocción del arroz. Además, recopilaron información dietética de los participantes donde informaban de las comidas que hacían durante 24 horas.
Este hallazgo es relevante porque pretende mejorar las terapias médicas personalizadas. “Un médico no solo debería limitarse a dar consejos generales para reducir el consumo de pizza —eso ayudaría a todo el mundo— para un asiático sería más importante sugerirle cambiar la salsa de soja por una baja en sal”, explica a SINC la autora principal del estudio e investigadora de la Universidad de Harvard, Jessica Cheng.
Este grupo podría reducir su ingesta diaria en aproximadamente 325 mg al día si muchos no cocinaran el arroz con este potenciador del sabor. Después de ellos, los latinoamericanos son los que utilizan más la sal al cocinar, indica la experta.
En concreto, los afroamericanos tienen tasas más altas de reducción de sodio (67 %) en comparación con la población blanca (44 %) ya que reciben más asesoramiento médico para reducir su incorporación en las comidas.
Según dice Cheng a SINC, “a los médicos se les enseña que los adultos negros son más sensibles a la sal que otros colectivos, lo que significa que su presión arterial bajar positivamente si dejan de usarla”.
Otros grupos vulnerables a este condimento son los hipertensos, quienes deben limitar el consumo de sodio a 1500 mg al día. No obstante, reducir su ingesta a 1000 mg al día puede ayudar a controlar la presión arterial y la salud cardiaca en toda la población.
Sin embargo, esto no es nada fácil, tal y como advierte la investigadora. El principal problema es la dependencia de alimentos que poseen altos niveles de sodio como la comida envasada.
"Esperemos que con la adopción de etiquetas en la parte frontal de los envases, los consumidores sean más conscientes de los altos niveles de sal y presionen a la industria para que introduzca cambios", expresa ante la falta de iniciativa empresarial.
La Asociación Americana del Corazón avisa que ingerir demasiada sal afecta al sistema cardiovascular. En concreto, las personas sin problemas arteriales tienen como recomendación no ingerir más de una cucharadita al día (unos 2300 mg). No obstante, la mayoría de los estadounidenses toman 3400 mg de media al día.
“Es muy difícil cumplir con las recomendaciones si se depende de comida envasada o de restaurantes", cuenta Cheng a SINC.
Algunas medidas que sugiere la experta son cocinar un poco más en casa, utilizar menos la sal y comprobar la cantidad de sodio que tienen los productos comprados. “No quiero que la gente se desanime”, aduce la investigadora. “Aunque no puedan cambiar inmediatamente su entorno, pueden ayudarse a sí mismos haciendo una serie de pequeños cambios”, dice.
Además, no existe mucha diferencia de precio entre productos con sal y aquellos que carecen de ella, opina la experta. Para el sabor, por otro lado, solo cabe resignarse. “Al final, las papilas gustativas se adaptan y se acostumbran a los alimentos bajos en sodio si somos constantes”.
Cheng J. et al. Racial and Ethnic Differences in Sodium Sources and Sodium Reduction Behaviors Among US Adults: NHANES 2017 to 2020 Prepandemic. The Journal of the American Heart Association. 2025