En su año internacional, las organizaciones recuerdan que las profesionales de la enfermería y las matronas suponen la mitad del personal sanitario en muchos países y que en la próxima década harán falta nueve millones más. Analizamos los retos de un oficio lastrado por la escasez de recursos y las agresiones.
Cuidar es un arte muy poco valorado. Como los pintores incomprendidos, las enfermeras son profesionales poco reconocidas pero con un legado que permanece. En el caso de Natalia López-Casero fue su padre quien, viendo las habilidades de su hija, le sugirió que estudiara algo relacionado con los cuidados, por lo que decidió matricularse en enfermería. “Para mí cuidar es un arte porque integra técnica, intuición y sensibilidad”, describe a SINC.
Hoy es enfermera de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital General La Mancha Centro en Alcázar de San Juan (Ciudad Real). Esta especialidad es una de las más duras a las que se enfrentan las profesionales, pues supone tratar y acompañar al paciente al final de sus días.
“La medicina no solo cura y restablece la salud. El cuidado de las personas con enfermedades avanzadas e incurables y en el proceso final de la vida requiere una visión global, integral y muy humanista, y esa es la esencia de la medicina paliativa”, destaca López-Casero, que también es vocal de Enfermería de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL).
Precisamente esta atención a la persona como un todo con su entorno social y familiar, formando parte de un equipo multidisciplinar con médicos, psicólogos y trabajadores sociales, fue lo que le sedujo de los cuidados paliativos.
La falta de tiempo para atender a los pacientes y a sus familiares, junto a la coordinación con profesionales externos a la atención paliativa, son las mayores dificultades su trabajo. Algo parecido le ocurre a María Dolores Pérez Cárdenas, supervisora del Hospital de día Oncológico del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid. En su caso, el escaso tiempo frente a una cifra creciente de pacientes con cáncer complica su trabajo.
“La oncología ha aumentado en número de pacientes de una forma vertiginosa en un hospital pionero en tratamientos oncológicos y se trabaja con mucha presión asistencial”, subraya a SINC. “Lo más difícil es no poder atender a los pacientes con el tiempo que se merecen”, se lamenta.
Las enfermeras y las matronas conforman el 50 % de los profesionales de la salud en muchos países. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado 2020 como el Año Internacional de la Enfermera y la Matrona y recuerda que se trata de una profesión muy demandada.
Se calcula que estos dos colectivos representan el 50 % de la escasez actual de trabajadores de la salud, especialmente en el sudeste de Asia y en África. Además, la OMS estima que para 2030 harán falta nueve millones de enfermeras y matronas más si queremos que todos los países alcancen el Objetivo de Desarrollo Sostenible 3 sobre salud y bienestar.
“Numerosos estudios y análisis nacionales e internacionales concluyen que faltan enfermeras para mejorar la atención y cuidados a pacientes y ciudadanos y garantizar así su seguridad, pero también faltan en puestos de responsabilidad y directivos, en la universidad, en la política…”, enumera a SINC Manuel Cascos, presidente del Sindicato de Enfermería SATSE.
Cascos recuerda que en España tenemos una ratio de cinco enfermeras por cada 1.000 habitantes –del sector público y privado, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE)–, cuando la media de los países del entorno europeo es cercana a nueve, por lo que reclama más profesionales y que cuenten con los recursos necesarios.
“Se sigue invirtiendo poco desde los poderes públicos porque prima una visión cortoplacista que busca resultados inmediatos y no beneficios a medio y largo plazo en la prevención y salud de los ciudadanos”, aduce. Por sexos, se trata de una profesión ampliamente feminizada. De los casi 300.000 profesionales de enfermería colegiados en España en 2016, más de 245.000 eran mujeres lo que supone un 84 %, según el INE.
Diferentes investigaciones han demostrado cómo la presencia de estas profesionales beneficia a la salud e incluso disminuye el riesgo de mortalidad. Por ejemplo, un estudio publicado en la revista JAMA Pediatrics reveló que las mujeres que tuvieron visitas prenatales y de enfermería domiciliarias para bebés y niños presentaban menos probabilidades de morir respecto a las que no recibían estos cuidados. Además, estos niños también mostraron menos riesgo de fallecer a los 20 años por causas prevenibles.
Pero no solo la falta de personal y la escasez de tiempo son un problema para las profesionales: las agresiones por parte de determinados de pacientes y de sus familiares suponen una lacra que sigue sin erradicarse. Según el Informe de Agresiones a Profesionales del Sistema Nacional de Salud (2019) elaborado por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social y adelantado por Redacción Médica, en 2018 se notificaron 9.741 agresiones en toda España y el 30 % de estos malos tratos fueron dirigidos al personal de enfermería.
“Hablamos de agresiones físicas (golpes o empujones), psíquicas y verbales (amenazas, insultos de todo tipo, vejaciones…). Se producen, en muchas ocasiones, por la insatisfacción de pacientes y familiares motivada por problemas en el funcionamiento del servicio de salud”, afirma Cascos.
Lo confirma la supervisora del Hospital de día Oncológico del Hospital 12 de Octubre. En su caso, aunque no ha soportado agresiones físicas, sí han sido verbales, con muchas faltas de respeto. “También he sufrido en muchas ocasiones voces y gritos”, recuerda.
Según los datos del Observatorio del Consejo General de Enfermería, las agresiones al personal de enfermería rondan las 1.500 anuales y es una cifra que se ha mantenido en estable en los últimos años. Su presidente, Florentino Pérez Raya, advierte a SINC que no todos los casos son registrados ni denunciados, por lo que podríamos estar ante la punta del iceberg.
En cuanto a cómo actuar, Pérez Raya explica que existen protocolos en prácticamente todas las comunidades autónomas para prevenir agresiones y dar soporte a las profesionales que las sufren, que incluyen formación específica en prevención, incluidas sesiones de autodefensa en colaboración con la Policía Nacional.
Sin embargo, los alarmantes datos reflejan que algo sigue fallando. “Hay que potenciar la seguridad de los profesionales en los centros sanitarios, vigilantes de seguridad que puedan persuadir y ayudar a las enfermeras en caso de situaciones de violencia y, sobre todo, avanzar en el Código Penal para que las penas sean mayores”, propone el presidente del Consejo General de Enfermería.
Desde SATSE plantean que no existan protocolos diferentes por comunidades autónomas, sino que se desarrolle una norma que regule a nivel estatal las actuaciones necesarias, tal y como han propuesto al Ministerio de Sanidad.
Algo que diferencia a las enfermeras españolas de las de otros países es su formación. En España, con la llegada del Plan Bolonia por el que se creó el Espacio Europeo de Educación Superior, la enfermería dejó de ser una diplomatura de tres años y se convirtió en un grado de cuatro, equiparándola a las antiguas licenciaturas, que se redujeron de cinco a cuatro años. Además, concluido el grado, las estudiantes pueden acceder al máster y al doctorado.
Pero hay países europeos en los que no es necesaria titulación universitaria y se puede ejercer la profesión con estudios de FP, tras haber cursado 10 años de educación secundaria.
“Existe mucha heterogeneidad. Hay países donde las enfermeras son técnicos no universitarios, en otros su formación es de tres años universitarios y en otros, de cinco”, compara Pérez Royo, quien sitúa a España como referente por tener el marco educativo más desarrollado y completo, puesto que en pocos países las enfermeras tienen acceso al máster y al doctorado.
Coincidiendo con que 2020 es su año, las organizaciones y sindicatos de enfermería confían en que la efeméride sirva para visibilizar e impulsar su labor que, a su juicio, no se reconoce como se merece. “Considero que es una profesión infravalorada por la población. Seguimos escuchando ‘chica’ para dirigirse a las profesionales”, alega Pérez Cárdenas. Sin embargo, el barómetro del CIS mostró que la profesión era de las más valoradas por los encuestados, con una nota del 7,96, tan solo por detrás de los médicos.
Para empoderar a las enfermeras y dar a conocer lo que hacen, la OMS y el Consejo Internacional de Enfermería han puesto en marcha la campaña Nursing Now (Enfermería ahora en castellano) que persigue colocar a las enfermeras en el centro de los desafíos sanitarios del siglo XXI.
“En España contamos con la generación de enfermeras y enfermeros mejor formada de la historia, con grandes conocimientos y muchas ganas e ilusión por seguir avanzando e innovando para mejorar nuestro sistema sanitario y la atención y cuidados a los ciudadanos”, resalta Cascos. Para que los cuidados se sitúen en el centro.
La elección de 2020 en reconocimiento al trabajo de enfermeras y matronas no es casualidad. La OMS homenajea así a Florence Nightingale (1820-1910), considerada la primera enfermera profesional.
Retrato de Florence Nightingale trabajando. / National Library of Medicine
Nightingale y su equipo se afanaron en la limpieza y alimentación de los enfermos y sus cuidados fueron decisivos para su supervivencia. Los largos paseos nocturnos con un candil para controlar la salud de los militares le valieron el sobrenombre de “la dama de la lámpara”, como publicó The Times.
La enfermera también dominaba las tareas administrativas y cuando la reina Victoria le pidió un informe sobre las malas condiciones de las instalaciones hospitalarias en la guerra de Crimea, Nightingale incluyó el diagrama de la rosa, que había diseñado para reflejar las causas de la mortalidad de los soldados.
Su labor fue clave para que se creara la Cruz Roja británica. Además, su legado sigue vivo porque para graduarse, las enfermeras entonan el juramento que lleva su apellido y cada 12 de mayo celebran el Día Internacional de la Enfermería, coincidiendo con su nacimiento.