A la comunidad LGTB no le falta representación en los laboratorios, pero sus miembros lamentan la falta de modelos que les den visibilidad. Además, consideran que el gremio debería unirse para mostrar su rechazo ante mensajes discriminatorios y contrarios a la evidencia científica como los defendidos por el bus tránsfobo que recorrió España el año pasado.
“Ben Barres dio un gran seminario hoy, su trabajo es mucho mejor que el de su hermana”. La frase la escuchó el propio Barres de boca de uno de los compañeros que asistía a la charla. Este neurobiólogo estadounidense, fallecido en 2017 por un cáncer de páncreas, no tenía ninguna hermana. Era la primera conferencia que daba como hombre tras su transición en 1997. Barres era un científico transexual.
La historia sirve como ejemplo de sexismo en el ámbito académico, pero también de la situación del colectivo LGTB (Lesbianas, Gais, Transexuales, Bisexuales y otras opciones sexuales) en los laboratorios. “La sociedad está cambiando. Curiosamente, la ciencia lo ha hecho poco”, asegura a Sinc Javier Armentia, creador de la web Ciencia LGTBIQ. En España, además, “es un tema que no se ha considerado relevante de momento”.
En 2014, las revistas Nature y Scientific American publicaron un número especial en defensa de la diversidad con un mensaje claro: “La ciencia inclusiva es mejor ciencia”. Cuando esto no se tiene en cuenta, advertían, se pierde talento. Sin embargo, un estudio publicado este año en Science Advances asegura que los hombres LGBQ son menos propensos a permanecer en las áreas STEM (siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) en comparación con sus compañeros heterosexuales.
“El clima en las materias STEM tiende a ser menos acogedor para la comunidad LGBQ”, explica el investigador de la Universidad de Montana (EEUU) y coautor del estudio, Bryce Hughes. Asegura que este ambiente va desde la hostilidad en forma de comentarios y chistes homófobos hasta comportamientos más sutiles, como mostrar disconformidad ante la vida personal de los compañeros.
Un aspecto interesante del estudio de Hughes es que mostró que, al contrario que los hombres, las mujeres LGTBIQ tendían a permanecer más en las STEM en comparación con sus compañeras heterosexuales —aunque siempre menos que los varones—. El investigador explica la paradoja asegurando que las mujeres lesbianas y bisexuales son estereotipadas como “más masculinas”, mientras que los hombres gais y bisexuales son considerados “más femeninos”.
“Los estereotipos que empujan a las mujeres fuera de las STEM, campos asociados con la masculinidad, parecen afectar a los estudiantes LGBQ según son considerados femeninos o masculinos”, aclara Hughes a Sinc.
Los trabajos que relacionan las siglas STEM y LGTB son escasos, muy centrados en encuestas a miembros del colectivo que trabajan en estos campos. Los transexuales parecen especialmente olvidados: Hughes explica que su estudio no los pudo tener en cuenta por falta de número.
“Creo que hay una diferencia similar entre la gente transgénero y cisgénero en lo que se refiere a la retención en STEM”, comenta. Añade que esta desigualdad “será mucho más grande debido al gran estigma social al que en la actualidad se enfrentan”.
Cuando en una actividad al albor del Orgullo de 2017 se propuso cambiar los nombres de las calles por los de escritores, artistas, famosos y activistas del movimiento LGTB, Armentia se dio cuenta de que le costaba dar con un investigador español. “Así como un día surgió la pregunta de dónde están las mujeres, ¿dónde están las personas con sexualidades diversas?”, cuestiona. “No hay referentes en nuestro país”.
Desde 2010, El Mundo publica una lista de “los cincuenta homosexuales más influyentes de España”. Entre artistas, empresarios y referentes de la comunicación, un único nombre representa al mundo de la ciencia: Eduardo López Collazo, director científico del Instituto de Investigación Hospital Universitario La Paz (IDiPAZ) de Madrid.
“Falta mucha visibilidad. Los investigadores LGTB tenemos el problema de ser una minoría dentro de una minoría”, asegura a Sinc el investigador, de origen cubano. “Además, no nos gusta implicarnos en política o cuestiones sociales. Queremos que hablen de nosotros como científicos y no como personas que somos. Eso es un gran problema porque entonces hay muy pocos referentes para los más jóvenes”.
López asegura que se pensó mucho figurar en la lista, consciente de que para él iba a ser “un antes y un después”. No se arrepiente: “Recuerdo el email de un chico anónimo, investigador, que decía que verme allí le había dado ánimos para llevar a su novio a casa”. También dice haberlo notado en su entorno laboral, donde los más jóvenes hablan sin tapujos de su orientación sexual. Por ello, hoy considera que figurar como modelo es un “deber” de los científicos con más visibilidad.
“Es increíble que la ciencia, compuesta por personas que rompen moldes y están en la frontera del conocimiento, pueda ser tan conservadora”, lamenta. Asegura también que conoce a científicos LGTB importantes que “no quieren dar la cara por miedo”.
A López le preguntaron en una entrevista si creía que su salida del armario le había afectado profesionalmente: “Dije que no. Después pensé que seguro que no me han puesto en algún comité o proyecto”. Aun así, insiste en que valió la pena y en que lo haría “cincuenta veces más por la sensación de caminar erguido sin tener que dar explicaciones”.
“Mucha gente no habrá considerado que la gente LGTB se dedica a la ciencia y la ingeniería, y mucho menos que continúan experimentando discriminación en estos campos”, comenta Hughes.
En opinión de Armentia, las STEM son un entorno “amable, pero tampoco fácil”. Cita ejemplos de departamentos de física teórica, matemáticas e ingeniería, donde la presencia “es masculina casi al cien por cien”, lo que genera “unos entornos muy tradicionales, clasistas e incluso casposos”.
Armentia cree que esta aparente paradoja en un dominio racional, “libre de sesgos, prejuicios y tradiciones”, es debida a que la actividad científica se enmarca en sociedades “que son más o menos inclusivas”. ¿Tiene la ciencia una imagen demasiado ‘hetero’? Es una pregunta que se ha hecho en alguna ocasión. “La imagen del investigador está asociada al de un empollón, pero no se piensa que puedan ser ‘locas”.
Hughes recuerda que, aunque la aceptación social de las personas LGTB “es muy reciente”, hemos llegado a un punto en el que sería “una negligencia” pasar por alto la situación de este colectivo en el campo de las STEM.
Todas las fuentes consultadas para este artículo coinciden en que, a pesar de que la situación del colectivo LGTB en la ciencia de países como España y EE UU no es mala, todavía queda mucho trabajo por hacer.
Algunos sitios ya se han puesto manos a la obra. En Reino Unido, EE UU y los países del norte de Europa, muchas sociedades científicas y universidades cuentan con comités LGTB centrados en apoyar a sus miembros, favorecer buenas prácticas y comprobar que se cumplen condiciones de inclusividad.
Hughes cita algunos ejemplos de su tierra destinados a aumentar la visibilidad y mejorar la convivencia, como oSTEM, NOGLSPT o el Día del Orgullo en STEM que tendrá lugar el próximo 5 de julio. Armentia explica que preguntó a los 80 miembros de la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE) si alguna vez se habían planteado el tema de formar algún tipo de comité. Ninguna lo había hecho, aunque varias se mostraron interesadas.
Pero lo que Armentia echa más en falta es que la ciencia se moje cuando se “malinterpreta” la ciencia para “inventar” una realidad inexistente, como sucedió con el bus tránsfobo que recorrió España el año pasado: “Una voz unificada como pasa con las pseudociencias, que se sepa que nos preocupamos colectivamente por estos temas y que no nos son ajenos”. El Colegio de Psicólogos de Baleares, por ejemplo, sí que se posicionó en contra de la campaña.
Aun así, se alegra de que estas situaciones sean “mínimas” en España, donde el discurso que predomina es “más tolerante”. En 2017, el Colegio Oficial de Psicólogos se posicionó en contra de las terapias de conversión homosexual por su ineficacia, falta de ética y efectos secundarios.
Armentia también lamenta que el estudio de la diversidad sexual haya sido tan controvertido, cuando la ciencia es una gran aliada para la comunidad LGTB al demostrar que la transexualidad no es un trastorno mental, que las niñas pueden tener pene y que la homosexualidad es algo habitual en la naturaleza.
Al final, las siglas STEM y LGTB deben acercarse mutuamente. En un artículo publicado en The Guardian, el químico gay Tom Welton decía que, aunque nunca había tenido que pedir perdón por ser homosexual en el trabajo, sí había tenido problemas por ser científico en el mundo del activismo LGTB. En España, los problemas de la ciencia parecen estar en otro orden de cosas, como en la falta de financiación. “Igual no ha tocado plantearlo todavía”, comenta Armentia. “Quizá sea el momento de empezar”.
En el mundo de la ciencia hay muy pocos referentes de personas homosexuales, lesbianas, bisexuales o transexuales. En esta galería hemos reunido a algunas de las más conocidas.