Un recorrido avícola en Picos de Europa

Los hábitats de alta montaña tienen cosas en común con los de las islas. Las poblaciones que se han establecido allí y se han adaptado a sus condiciones climáticas a lo largo del tiempo tienen dificultades para colonizar nuevos espacios, ya que las zonas bajas son una barrera, como el océano para las especies terrestres de las islas. Seguimos a las aves alpinas de Picos de Europa, la formación caliza con tres macizos en el corazón de la Cordillera Cantábrica.

Gorrión alpino.
El gorrión alpino (Montifringilla nivalis) es una un pájaro habituado a los lugares montañosos por encima de los 1.500 m, y se le puede observar desde los macizos de la Península Ibérica y el sur de Europa, hasta Asia central y China occidental. Foto: DICYT.

En sus riscos vive una comunidad de paseriformes alpinos que tiene como peculiaridad añadida su situación geográfica: están en el límite de distribución occidental y, el algunos casos, meridional. El Grupo Ibérico de Anillamiento (GIA), un colectivo especializado en el marcaje de aves, intenta conocer verano a verano, durante la época de reproducción de las aves, sus peculiaridades y los factores que pueden condicionar sus vidas. Uno es global y se llama cambio climático. Otros son locales, como el turismo estacional o la ganadería. El equipo científico del GIA sospecha que ambas circunstancias tienen su influencia en este tipo de aves y emprendieron en 2003 un marcaje de varias de las especies más significativas para hallar comportamientos en la población en un estudio a muy largo plazo.

El trabajo, diseñado y desarrollado por el GIA de León, está coordinado por Juan Fernández Gil e Isabel Roa, ambos biólogos. Benito Fuertes, profesor del área de Zoología del Departamento de Biodiversidad y Gestión Ambiental de la Universidad de León, realiza las labores de asesor científico.

Especies de muestreo

Cuatro son las especies que se han escogido para el muestreo: la chova piquigualda (Pyrrhocorax graculus), un córvido de característico pico amarillo, de ahí su nombre, que habita las montañas altas del sur de Europa. También, el treparriscos (Tichodroma muraria), de la familia Tichodromadidae, que se caracteriza por su gran capacidad de escalar paredes de piedra. En el grupo se incluye también el gorrión alpino (Montifringilla nivalis), un pasérido que habita regiones de más altura de 1.500 metros. La última ave que se analiza es el acentor alpino (Prunella collaris), de la familia Prunellidae, muy parecido en forma y comportamiento al acentor común, pero de menor tamaño y habitante de zonas de montaña en el occidente europeo. Aunque todas estas especies son “preocupación menor” para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas son declaradas de “interés especial”.

Aun cuando el objetivo del estudio general son esas cuatro especies de paseriformes, en las redes del grupo de anillamiento caen, obviamente, aves de otras muchas especies. “Aprovechamos las capturas para realizar un registro y seguimiento de cada uno de los ejemplares”, indica Fuertes, el asesor científico. Las tablas ha alcanzado los 3.200 individuos, entre los que son los más numerosos los gorriones, los acentores y los bisbitas alpinos (fuera del estudio).

Colaboración científica

Con el fin de aumentar el número de ejemplares anillados, cada verano desde 2003, el grupo de especialistas del GIA, apoyados por grupos de voluntarios, realizan estancias de quince días en tres zonas de estudio del macizo central o Los Urrieles de Picos; en Collado Jermoso (León), en Vega de Urriellu (Asturias) y Áliva (Cantabria). Los anilladores tendrán este año un trabajo añadido. En el seguimiento y estudio se incorporará una colaboración específica con el Instituto Cantábrico de Biodiversidad. Una investigadora adscrita al mismo, Paola Laiolo, pretende conocer diversos aspectos de la fisiología de las aves a través del estudio de ciertos metabolitos presentes en muestras de sangre y heces. De esta forma se intentará conocer el nivel de estrés y la posible influencia del cambio climático en estas especies.

Para el marcaje de los diferentes ejemplares de paseriformes, el GIA de León utiliza tres métodos: redes japonesas, cepos malla y redes de tiro. Según recogen los investigadores en la publicación científica española Locustella los cepos de malla, ”han resultado más eficientes” para la chova piquigualda o la collalba gris y la red de tiro lo han sido con chova piquigualda y acentor alpino. Las redes japonesas (que recuerdan las de voleibol) resultaban poco propicias por la ausencia de vegetación.

A los individos capturados pertenecientes a las especies interés prioritario se les colocaban combinaciones únicas de anillas de colores o con inscripción alfanumérica, con el fin de poder ser reconocibles a distancia por los investigadores mediante el uso de prismáticos o telescopio. Así pueden hacerse estudios sobre migraciones, uso del territorio, comportamiento social... El anillamiento ha permitido conocer datos de migraciones invernales desconocidas como cuando fue hallado un ejemplar de treparriscos en Cañamero (Cáceres), a más de 400 kilómetros de Picos de Europa, donde fue marcado.

Fuente: DiCYT
Derechos: Creative Commons
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