Al final del Pleistoceno, hace entre 30.000 y 40.000 años, el sur de la Península Ibérica tenía una temperatura similar a la que hoy presenta el sur de Escandinavia, con una temperatura media anual de unos 10 ºC. Así lo revelan los restos de mamuts lanudos que han analizado investigadores del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, un centro mixto del CSIC y la Universidad de Granada (UGR).
Científicos de la Universidad de Maryland (EEUU) contradicen la teoría según la cual los materiales estaban mezclados en el manto durante los primeros años de formación de la Tierra. Según ellos, 20 millones de años después de la formación del sistema solar había bloques de roca en el manto terrestre que perduraron, por lo menos, 1.700 millones de años.
Instantánea tomada recientemente por el Advanced Land Imager (ALI) a bordo del satélite Earth Observing-1 (EO-1).
Bajo el desierto de Atacama crecen los microbios en los cristales de sal. Imagen: Parro et al./CAB/SINC.
A dos metros bajo tierra en el desierto de Atacama existe un “oasis” de microorganismos. Investigadores del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) y de la Universidad Católica del Norte, en Chile, lo han encontrado en sustratos hipersalinos gracias a SOLID, un detector de signos de vida que se podría utilizar en ambientes parecidos del subsuelo de Marte.
Un equipo de investigación integrado por científicos de las universidades de Salamanca, Complutense de Madrid, las canadienses de Victoria y STFX y el Museo de Historia Natural de Londres ha establecido de manera precisa la edad de algunos de los granitos de la península Ibérica. Gracias a este trabajo se sabe que la mayor parte de esta roca que se emplea como material de construcción y, por lo tanto, la que tiene mayor valor económico, ronda los 300 millones de años de antigüedad. El trabajo ha sido publicado recientemente en la revista científica 'Tectonics'.
Un equipo multidisciplinar recopila datos climáticos de los últimos cinco siglos para explicar la variabilidad de los eventos hidrológicos extremos en el sureste de la Península Ibérica.
Los investigadores han conseguido ver exactamente cómo se había alterado la superficie terrestre tras el terremoto de 2010 en el norte de México. Imagen: Science.