Investigadores de la UAB y del ICN2 han desarrollado un sistema de nanoencapsulación que aumenta la eficacia de los bacteriófagos, virus inocuos utilizados para eliminar infecciones bacterianas, incrementando su resistencia al ácido del estómago y alargando su actividad una vez están en el intestino. El sistema, publicado en Applied and Environmental Microbiology, ha sido probado con éxito en animales con Salmonella y podría aplicarse en seres humanos.
Científicos de Shanghái han mostrado que la gravedad de la caspa está más ligada a las bacterias que a los hongos, como se pensaba hasta ahora. Crear las condiciones fisiológicas adecuadas para el equilibrio de las poblaciones bacterianas ayudaría a disminuir este problema dermatológico.
Un equipo de científicos catalanes está más cerca de comprender cómo las bacterias provocan infecciones pulmonares crónicas mediante la identificación de las enzimas clave que les permiten crear las condiciones adecuadas para la infección en forma de biopelícula. Según el estudio, entender la virulencia de las biopelículas bacterianas ayudará a mejorar el diseño de fármacos antibacterianos específicos.
Investigadores de la Universidad de Oviedo y el CSIC demuestran que la introducción de bacterias beneficiosas en la microflora de enfermos lúpicos consigue que esta se parezca a la de las personas sanas. El lupus es una enfermedad incurable del sistema inmunitario en la cual este ataca a las células y tejidos sanos, creando un exceso de anticuerpos en el torrente sanguíneo que causan inflamación y dañan articulaciones, músculos y otros órganos.
Científicos de varias instituciones japonesas han identificado una especie de bacterias que utiliza dos enzimas para descomponer el plástico. En concreto, estos microorganismos son capaces de degradar el politereftalato de etileno o PET, un tipo de polímero usado en envases como botellas plásticas que es altamente resistente a la biodegradación.
La utilización de nanopartículas en tratamientos como vehículo para transportar fármacos está cada vez más extendida, especialmente, en enfermedades como el cáncer. Investigadores de la Universidad de Salamanca han analizado ahora los últimos estudios sobre su aplicación en enfermedades infecciosas, destacando su utilidad tanto en tratamientos como en diagnósticos, aunque apenas hay medicamentos comercializados. Un aspecto clave es que pueden ayudar a resolver el problema de las resistencias de virus y bacterias.
Investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona han descrito por primera vez el modelo de comportamiento de una colonia bacteriana que demuestra cómo se protege ante la presencia de sustancias tóxicas, como los antibióticos, durante el proceso de colonización. Los resultados indican que la alteración del equilibrio entre dos proteínas de Salmonella enterica en presencia de antibióticos da lugar a la desorganización de las estructuras que permiten el movimiento poblacional.
Bacterias y hongos del suelo aportan fertilidad y actúan como sumideros de CO2. Para entender cómo un aumento de los microbios mejora la capacidad de los ecosistemas, un equipo, liderado por la Universidad Rey Juan Carlos, ha evaluado por primera vez los efectos de las comunidades de microorganismos en las funciones y servicios que realizan los ecosistemas terrestres. Lo resultados indican que cualquier pérdida de diversidad microbiana a consecuencia del cambio global tendrá una repercusión negativa en la provisión de estos servicios.
Investigadores del Instituto Maimónides de Investigación Biomédica, del Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba, y del Centro de Investigación Biomédica en Red, del Instituto de Salud Carlos III, han demostrado la importancia de la dieta mediterránea en el desarrollo de bacterias intestinales que reducen el riesgo de padecer obesidad. Este modelo de alimentación aumenta la población de microorganismos beneficiosos que previenen la aparición de alteraciones derivadas del sobrepeso, en especial, la diabetes y enfermedades cardiovasculares.
Un estudio europeo demuestra que la acidificación del océano afecta a las bacterias marinas, ya que altera su metabolismo y estas se ven obligadas a invertir más energía para poder activar mecanismos bioquímicos capaces de contrarrestar el estrés que supone la acidificación. Así se publica en la revista Nature Climate Change.