Este fin de semana está previsto el lanzamiento de este telescopio espacial de la ESA, que creará un mapa en 3D de la distribución de materia en el espacio a través del tiempo. Para ello observará más de mil millones de galaxias en un tercio del cielo. Sus datos ayudarán a estudiar la expansión del universo, así como la misteriosa naturaleza de la energía y la materia oscuras.
Los vacíos cósmicos constituyen entornos tranquilos de evolución pausada que pueden aportar luz sobre las condiciones iniciales del universo. Ahora, un estudio donde participa el Instituto de Astrofísica de Andalucía muestra, por primera vez de manera observacional, que las galaxias que habitan en las regiones poco densas del universo evolucionan de forma más pausada que aquellas en zonas muy pobladas.
Hasta ahora se había analizado la Vía Láctea con luz visible e invisible, como los rayos X y las ondas de radio, pero el experimento IceCube localizado en la Antártida la ha observado con algo que no es luz: neutrinos de alta energía procedentes del plano galáctico.
Tras utilizar los púlsares de nuestra galaxia como relojes cósmicos, la colaboración internacional NANOGrav ha 'escuchado' el coro de las más potentes ondas gravitacionales conocidas, que distorsionan el espacio-tiempo al atravesar todo lo que existe. El sonido procede de las interacciones de colosales agujeros negros supermasivos.
Miles de galaxias, cuásares y estrellas se encuentran en la primera remesa de datos del Instrumento Espectroscópico de Energía Oscura (DESI), un proyecto internacional en el que participan varios centros españoles. La nueva información ayudará a estudiar la expansión del universo con un detalle sin precedentes.
El estallido GRB 221009A, unas 70 veces más luminoso que cualquier otro detectado, probablemente se originó a partir de un jet o chorro propulsado por un agujero negro girando a gran velocidad, según un estudio internacional. Observar un fenómeno como este solo es posible una vez cada mil años.
Después de décadas de debate, un estudio internacional desvela que estas explosiones proceden de un sistema doble de estrellas formado por una enana blanca y otra similar a nuestro Sol. Estos estallidos se emplean para medir distancias en el universo.
La evolución en los destellos de una estrella moribunda ha permitido a los astrónomos captar cómo se expande y engulle a uno de sus planetas. La Tierra correrá la misma suerte dentro de 5.000 millones de años.
Las fluctuaciones cuánticas durante la etapa de inflación, solo unos instantes tras el nacimiento del universo, fueron clave para la formación de estructuras masivas muy antiguas, como el cúmulo El Gordo u otros captados por el telescopio James Webb. La clave está en la estadística de estas fluctuaciones, según un nuevo estudio.