Ella es ingeniera aeronáutica, celebridad del MIT y fue la subdirectora de la NASA durante la presidencia de Barack Obama. Él es arquitecto especializado en ambientes extremos. Además de navegar alrededor del mundo en su velero, este matrimonio diseña trajes ligeros y ceñidos que protegen a los astronautas de la microgravedad, imagina nuevas bases lunares y sueña con universidades en órbita.
Como pocas películas lo han logrado hasta el momento, este film de ciencia ficción protagonizado por Jodie Foster y basado en un libro de Carl Sagan y Ann Druyan ha influido en la búsqueda de señales de vida más allá de la Tierra. A dos décadas de su estreno, Jill Tarter, la astrónoma en la que se inspira la historia, recuerda los comienzos del proyecto SETI, se emociona ante el descubrimiento de planetas extrasolares y apuesta por un próximo gran hallazgo.
En la cima de un volcán extinto en el estado de Puebla, México, se encuentra el radiotelescopio más grande de su tipo: un coloso que, con su antena de 50 metros, busca emisiones de radio emitidas por antiguas galaxias, nebulosas y discos protoplanetarios; así como cazar al gran agujero negro que anida en el centro de la Vía Láctea. En enero de 2018 comenzará a funcionar a toda capacidad.
La ‘tijera molecular’ que promete corregir enfermedades, CRISPR-Cas9, no es única: existen otras versiones menos conocidas de esta herramienta. “Quizá alguna sea más eficiente para editar genéticamente las células humanas”, explica a Sinc el argentino Luciano Marraffini. Él fue quien descubrió cómo las bacterias utilizan CRISPR en defensa propia, cortando el ADN de sus invasores. Ahora, sigue ‘jugando’ con bacterias para entender esos otros sistemas alternativos.
Desde su hallazgo en 2013 en la Patagonia argentina, el titanosaurio más grande del mundo y hasta ahora anónimo ha fascinado a todo el mundo. Desde principios de 2016 incluso se puede contemplar una réplica a escala real en Nueva York. Ahora un nuevo estudio, que ha permitido denominarlo Patagotitan mayorum, revela que pesaba 69 toneladas y medía casi 40 metros de largo, el equivalente a dos camiones.
No hay otro como él. Ricardo Pérez de la Fuente es la única persona en toda la Universidad de Harvard especializada en conservar insectos antiguos. Su trabajo le apasiona: debe digitalizar para la posteridad los más de 60.000 especímenes fósiles de una colección fascinante que ha pasado años en la sombra. Con extrema delicadeza, insecto a insecto, él y su equipo están creando un gran banco del pasado.
En 2011, un ingeniero industrial de San Sebastián llegó al Instituto Tecnológico de Massachusetts, en Boston, con un problema en la cabeza: cada vez vivimos en pisos más pequeños e incómodos. Dispuesto a encontrar soluciones, Hasier Larrea explora nuevas estrategias robóticas para cambiar la manera en que los urbanitas se relacionan con el espacio. Sus diseños son "muebles con superpoderes", como él los llama, que cambian de configuración con un solo gesto.
Una nueva herramienta permite a los científicos modificar el material genético como editores que reescriben el libro de la vida. Esta comparación es solo una de las figuras literarias en torno a los avances de la genética. Desde el comienzo del Proyecto del Genoma Humano en 1990, las metáforas han seguido su ciclo vital: nacen, se instalan, mueren y son reemplazadas por otras. Mientras que en los 2000 el ADN era un mapa a descifrar, con CRISPR ahora es un libro. Estudiosos del lenguaje aseguran que estas imágenes no son inocuas, sino que marcan la evolución de la ciencia.
Al norte de la Patagonia argentina, un equipo de paleontólogos ha descubierto los restos de un dinosaurio carnívoro hasta ahora desconocido. Tras una larga campaña accidentada, que ha incluido vuelcos de vehículos, prohibiciones y hurto científico, la nueva especie ha sido identificada como Gualicho shinyae. Deunos seis metros de largo y 1,70 metros de altura, vivió hace 95 millones de años y fue contemporáneo a los colosales titanosaurios.
En el subsuelo del edificio principal del MIT, Alberto Rodríguez pone a punto robots capaces de detectar y manipular objetos. A este ingeniero español le obsesiona la mano humana porque busca dotar a estas máquinas de la habilidad de interactuar mejor con el mundo. Su equipo se acaba de clasificar en tercera posición en el Amazon Picking Challenge, un concurso internacional en el que sistemas automáticos deben ordenar libros y paquetes en estanterías por sí solos.