Investigadores de la Universidad de Oviedo en colaboración con el Centro de Experimentación Pesquera del Principado han demostrado la relación entre el aumento de la temperatura del Cantábrico, el declive de las laminarias y la reducción de capturas de interés comercial.
Los crustáceos han sido los primeros “asiduos de las pescaderías” en verse afectados por la desaparición del 95% los bosques de grandes algas pardas en la costa asturiana. Y los pescadores, los primeros en apercibirse de ello e informar a los científicos. “Comprobamos que las poblaciones de especies asociadas a los bosques de laminarias están reduciéndose notablemente a consecuencia de la pérdida de estas algas”, señala José Manuel Rico Ordás, profesor de Ecología de la Universidad de Oviedo.
Entre las especies de interés comercial cuya merma han constatado los investigadores se encuentran la nécora, el centollo y el santiaguín, entre otras. “Son crustáceos que encuentran en los bosques de laminarias su hábitat y su alimento”, apunta Rico Ordás.
El aumento de la temperatura del agua es la causa directa, señala Rico Ordás, de la pérdida de las poblaciones de laminarias: “Hemos observado que durante los últimos cinco años el agua de la costa se ha situado por encima de los 20 ºC, e incluso se ha llegado a superar los 23ºC durante varios días, lo que ha afectado a la reproducción y a la supervivencia de las laminarias, que encuentran su crecimiento óptimo cuando el agua se encuentra entre los 15 y los 18 ºC”, afirma el investigador.
La termoclina, frontera del frío
En caso de que fuera posible una recuperación de los bosques de laminarias en la costa asturiana, sería a partir de las poblaciones residuales que resisten en los niveles más profundos de distribución de la especie. En palabras del investigador, “hemos observado una débil recuperación por debajo de los 16 o 18 metros, pero se desconoce si esas plantas que han quedado podrían dar lugar a una recuperación de las poblaciones en un futuro”.
El factor que ha ayudado a las últimas laminarias a resistir el calentamiento excepcional del cantábrico durante el verano es la termoclina, que el investigador define como “el límite del agua superficial calentada por el sol y que supone una especie de barrera móvil al calentamiento estacional del agua”. En función de los niveles de radiación solar, explica, la termoclina se sitúa a una u otra profundidad, pero por debajo de ella el agua se mantiene a temperatura casi constante durante todo el año.
Por tanto, una de las claves para la supervivencia de las laminarias y especies asociadas en la costa asturiana es que la capa superficial de agua cálida no sea cada vez más gruesa o, en palabras del investigador, “que la termoclina de verano no descienda”, puesto que según aumenta la profundidad las laminarias ven su crecimiento limitado debido a la ausencia progresiva de luz. De hecho, puntualiza Ordás, las laminarias “no pueden vivir en el Cantábrico en niveles por debajo de los 26 o 28 metros”.
El trabajo forma parte de la tesis de máster Erasmus Mundus de biodiversidad marina y conservación de Sofie Voerman, dirigida por José Manuel Rico Ordás.
Referencia bibliográfica
Sofie E. Voerman, Eva Llera, José M. Rico, “Climate driven changes in subtidal kelp forest communities in NW Spain”, Marine Environmental Research, Volume 90, September 2013, Pages 119–127.
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