Un estudio de la Universidad de Lund, en Suecia, muestra que las niñas y niños con una variedad limitada de bacterias en sus heces una semana después de nacer suelen desarrollar eczemas atópicos a los 18 meses. Los resultados -producto del análisis de heces de niños de Goteburgo, Londres y Roma- aparecen en la revista Journal of Allergy and Clinical Immunology.
Un sistema intestinal sano contiene una gran variedad de bacterias naturales. Actualmente, muchas personas presentan una flora desequilibrada de bacterias intestinales. Un nuevo estudio de la Universidad de Lund en Suecia muestra que los niños con una variedad limitada de bacterias en sus heces una semana después de nacer suelen desarrollar eczemas atópicos a los 18 meses.
En el estudio, publicado en la revista Journal of Allergy and Clinical Immunology, se examinaron las heces de niños de Goteburgo, Londres y Roma. “Una diversidad de flora intestinal parece ser mejor para la estimulación de la defensa inmune”, afirmó Göran Molin, catedrático de Higiene Alimentaria de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Lund, que codirigió el estudio con Siv Ahrné, también catedrático de Higiene Alimentaria.
La composición de la flora bacteriana de un niño depende de la microflora de la madre, dado que ésta representa la fuente primaria de las bacterias del niño al principio. Molin lo explica de forma sencilla: “Una vagina sana está dominada totalmente por los lactobacilos o bacterias del ácido láctico. En el parto vaginal el niño entra en contacto directo con las bacterias de la madre. Si la madre tiene una buena flora bacteriana, el contacto supone una ayuda importante para que el niño permita la correcta colonización de bacterias. Se puede suponer que ciertas medidas higiénicas, como la toma de antibióticos en los partos en algunos países, en casos normales puede tener un efecto perjudicial, puesto que la madre queda expuesta al riesgo de una flora bacteriana irregular, que se pasará al niño”.
En la actualidad, más de un tercio de las mujeres estadounidenses en edad fértil tienen vaginosis bacteriana. En esta condición, otras bacterias distintas de los lactobacilos dominan la vagina. Los científicos no conocen con exactitud las causas de una menor diversidad de bacterias. No obstante, existen hipótesis al respecto: “Nuestro sistema intestinal se desarrolla para tratar grandes cantidades de lactobacilos. Pero, hoy en día, los alimentos están tratados térmicamente y se conservan en frigoríficos”, explicó Siv Ahrné.
El consumo de los lactobacilos vivos incluidos en los alimentos fermentados de ácido láctico ha representado una parte regular de la ingesta de alimentos en los humanos durante mucho tiempo. De hecho, existen indicios arqueológicos de que la Humanidad ha utilizado esta técnica desde el comienzo de los tiempos, puesto que es la forma más simple y a menudo más segura de conservar los alimentos. De ahí que los humanos hayan consumido grandes cantidades de lactobacilos hasta nuestros días.
Los alimentos que fomentan la existencia de los lactobacilos son las verduras avinagradas, como la chucrut, las aceitunas aliñadas, las alcaparras y los pepinillos en vinagre, así como el queso. La industria alimentaria ha descubierto que algunos microorganismos vivos son buenos y, por consiguiente, los añade a ciertos productos bajo el amplio campo de la probiótica.