Un resto de basura espacial cae en un sembrado de Murcia. / EFE/Guardia Civil
Un análisis de las moléculas de polvo de la Estación Espacial Internacional ha permitido conocer los agentes bacterianos con los que conviven los astronautas en el espacio, y compararlos con los de dos salas blancas desinfectadas en Tierra. Este descubrimiento servirá para mejorar las instalaciones del complejo orbital y asegurar la salud de sus ocupantes en el futuro.
Esta semana el nanosatélite Serpens, desarrollado por científicos de la Universidad de Vigo, ha llegado a la Estación Espacial Internacional (ISS). En algo más de dos meses, tras ser eyectado y completar la fase de prueba, comenzará a recibir los datos enviados por sensores ambientales instalados en diversos puntos de la Tierra. Esto permitirá monitorizar parámetros climáticos e industriales de cualquier zona del mundo.
Los espejos del telescopio espacial James Webb, a prueba / NASA / C. Gunn
Esta madrugada se ha lanzado con éxito Sentinel-2A, el segundo satélite del sistema de vigilancia ambiental Copernicus. Esta iniciativa emblemática de la Unión Europea adquiere así la capacidad de obtener imágenes de alta resolución en longitud de onda visible. La misión monitorizará los cambios en la superficie terrestre, analizando los campos de cultivo, la cubierta vegetal y las aguas, aportando datos de gran utilidad para los equipos de conservación ambiental y de salvamento.
Esta madrugada despegará desde el Puerto Espacial Europeo, en la Guayana Francesa, el satélite Sentinel-2A. Se trata del segundo del programa europeo Copernicus y el primero que trabaja en luz visible. La misión está diseñada para monitorizar la superficie terrestre analizando la cubierta vegetal, las superficies agrarias, las aguas fluviales y las costeras, tomando datos de gran utilidad para los servicios de conservación y emergencia.
Representación de la vela solar Lightsail. /
El carguero espacial ruso, similar al de la imagen, se desintegra sobre el Pacífico. / ISS/NASA
Ingenieros de la Universidad de Sevilla han ideado procedimientos para crear burbujas tan pequeñas como la milésima parte de un milímetro. Los diseños se han validado mediante simulaciones por ordenador, y ahora se van a crear los dispostivos para generarlas. Estas microburbujas tienen aplicaciones médicas, para la empresa alimentaria y los biocombustibles.