Alrededor de tres cuartos de la biodiversidad australiana aún es desconocida para la ciencia. Este hallazgo refleja la riqueza biológica de ese territorio.
En Teruel, hace cien millones de años, las plantas con flores ya eran una fuente importante de alimento y alojamiento para los insectos de la región, según hojas fósiles procedentes de un yacimiento en Estercuel. Aquella fue una época clave en la diversificación de las angiospermas y supuso una revolución para los ecosistemas terrestres.
Los datos de la estructura biomineral de estos restos fósiles, recuperados en el yacimiento romano del islote de Lobos, han permitido describir las características de las cáscaras de los huevos de dos especies de estas aves acuáticas en el archipiélago.
En el Paleolítico Medio coexistíamos con neandertales, denisovianos, ‘hobbits’ de la Isla de Flores, Homo erectus, Homo luzonesis y quizás otra especie aún no identificada. Todos estos desaparecieron, pero los genes de algunos perviven en nuestro ADN. La genética ha sido crucial para estos hallazgos. Así lo recoge el libro de Tom Higham, arqueólogo que participó del nuevo trazado del árbol de familia de la humanidad.
Una investigación liderada por el Museo Nacional de Ciencias Naturales revela que los machos adultos de Ursusarctos, además de usar señales químicas y acústicas, también muerden y arañan la corteza de los árboles durante la época de celo. Estas marcas ayudan a localizar las áreas reproductivas de la especie, un dato esencial para el éxito de los planes de conservación.
Hasta ahora se pensaba que los chimpancés y algunas aves como los córvidos eran de los pocos animales no humanos capaces de transportar y utilizar varios utensilios para alcanzar un objetivo. Ahora, investigadores austriacos han comprobado que la cacatúa de las Tanimbar, protagonista de #Cienciaalobestia, también lo hacen para 'pescar' anacardos.
Una investigación que ha explorado el yacimiento de Biota de Guiyang, al sur de China, evidencia que la recuperación de estos ecosistemas tras la extinción masiva del Pérmico-Triásico se produjo en período mucho más corto del que se creía hasta el momento.
El análisis de los telómeros, marcadores de envejecimiento, demuestra que el proceso de deterioro ocurre de forma desigual en distintas partes del cuerpo. según un estudio liderado por la Estación Biológica de Doñana.
Un nuevo estudio, publicado en Current Biology, revela que las hembras de esta especie sacrifican incluso sus mejores años fértiles con tal de mantener vivos y sanos a sus descendientes adultos. Los resultados pueden ser una clave para la conservación de sus poblaciones.
Un equipo del CSIC ha demostrado que la estructura i-ADN de nuestro genoma puede adaptar su forma al pH del ambiente. Este hallazgo es esencial para posibles avances en la nanotecnología o para modular procesos clave de la creación de fenotipos.