El palenque de Yanga, en México, es el primer núcleo de esclavos africanos rebeldes –conocidos como cimarrones– que se estableció en América. Analizando el ADN de sus descendientes, un equipo internacional, dirigido por la Universidad Complutense de Madrid, ha descubierto que en ellos queda muy poco rastro genético africano, al haber mayor proporción de los ancestros europeos y amerindios como consecuencia del mestizaje.
En 1985 se encontró una extraña momia de un niño inca semienterrada y congelada en la montaña del Aconcagua (Argentina). Ahora, un equipo de la Universidad de Santiago de Compostela ha conseguido extraer y secuenciar el genoma del ADN mitocondrial procedente de una biopsia de pulmón de esta momia. Los resultados indican que el niño perteneció a una población genética que compartía un ancestro común no identificado previamente en nativos americanos modernos.
Investigadores del centro CiTIUS y la Fundación Pública Galega de Medicina Xenómica han presentado BigBWA, una herramienta que reduce los tiempos de ejecución de un software de referencia en genómica. Los investigadores logran multiplicar por 12 la velocidad actual de cómputo con sólo 6 servidores.
Un análisis de las moléculas de polvo de la Estación Espacial Internacional ha permitido conocer los agentes bacterianos con los que conviven los astronautas en el espacio, y compararlos con los de dos salas blancas desinfectadas en Tierra. Este descubrimiento servirá para mejorar las instalaciones del complejo orbital y asegurar la salud de sus ocupantes en el futuro.
Saber cómo las células reparan su ADN facilita a los investigadores avanzar en la prevención de diversas enfermedades graves como el cáncer. Así nos lo cuenta Teresa Roldán Arjona (Priego de Córdoba, 1962), científica de la Universidad de Córdoba, que durante su estancia en Reino Unido trabajó en el laboratorio de Tomas Lindahl, uno de los recientes ganadores del Premio Nobel de Química por su contribución a este campo.
La primera secuenciación del genoma antiguo de un africano, hallado en 2012 en una cueva de Etiopía, revela que hace unos 4.000 años se produjo una migración desde el oeste de Eurasia hacia África. Estos movimientos de los pobladores de Oriente Próximo de vuelta al continente africano influyeron más de lo que se pensaba en el ADN de los africanos modernos, que en la actualidad cuentan con al menos un 5% de genoma euroasiático. En el este de África la cifra asciende al 30%.
El misterio de por qué los elefantes no desarrollan apenas cáncer, teniendo 100 veces más células que los humanos, parece tener respuesta. Un equipo científico de EE UU ha descubierto que estos animales tienen 38 copias modificadas adicionales (alelos) del gen que codifica la proteína p53 –que funciona como un inhibidor de tumores– en comparación con las personas, que solo cuentan con dos.
Investigadores del CNIO han desvelado el papel protector de un complejo de proteínas poco conocido en cáncer y envejecimiento. Los resultados ponen énfasis una vez más en la relación entre estos dos procesos patológicos. El líder del estudio, Óscar Fernández-Capetillo, fue considerado en 2014 uno de los investigadores más relevantes del mundo menores de 40 años.
La Real Academia Sueca de Ciencias ha concedido el premio Nobel de Química a Tomas Lindahl, Paul Modrich y Aziz Sancar. Gracias a estos tres pioneros, hoy conocemos las herramientas que utilizan las células para corregir defectos en el ADN. Su trabajo es fundamental en el tratamiento del cáncer.
Un equipo de expertos ha creado un nuevo chip de ADN permite analizar el genoma y determinar anomalías genéticas en la leucemia linfática crónica. El dispositivo es obra de científicos del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer y del Hospital Clínic de Barcelona, en colaboración con la empresa qGenomics.